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Cuando hablamos de celos y celosos en las canciones, nos situamos en seguida en esa inquieta sospecha que, con razón o sin razón, puede apoderarse de las personas que se encuentran enamoradas; hay algunas otras acepciones en esa palabra, incluso con matices positivos, pero no suelen estar en estos ámbitos musicales. La incisiva desazón de que el ser amado está orientando su corazón, sus sentimientos, hacia otro individuo, ya sea de manera solapada o descarada, puede ocasionar desmesurados conflictos interiores, discusiones entre los involucrados y, si el apasionamiento se desborda, eventos trágicos que señalan hasta dónde puede llegar la desesperación del alma humana.

Algunos aseguran que los celos son manifestaciones inevitables del amor; y es por eso que hay un dicho que sentencia que "quien no cela no quiere". Otros que intentan buscar explicaciones más profundas señalan, en cambio, que no son más que desconfianza, dudas que se desprenden de las inseguridades propias del enamoramiento febril. (Dentro de esta última perspectiva se encuentran estos versos del escritor Miguel Otero Silva: "Estar enamorado es tener miedo /de perder lo que nunca se ha tenido"…). Lo cierto es que, si lo examinamos bien, toda explicación sobre los celos nos conduce hacia conclusiones semejantes; son reacciones consustanciales al amor que solo la férrea seguridad en una relación puede disipar.

Ahora bien, dentro de ese planteamiento natural de los celos, como sentimientos que reiteran el amor, algunos enamorados que se sienten olvidados o simplemente quieren despertar el interés de la otra persona buscan la forma de provocarlos, de hacerlos florecer para convencerse de que siguen prevaleciendo en la dimensión sentimental de ese otro corazón. En este caso los celos se convierten en un arma para la conquista o la estabilidad de la relación, todo depende de las circunstancias de los que intervienen en el asunto. Sin embargo, cuando los celos se manifiestan de manera violenta, recurrente y enfermiza, ya la situación se torna peligrosa. Un ser humano que, por desgracia, se encuentra sometido a estos arrebatos de su pareja, o de algún individuo trastornado que se cree con derecho a hacerlo, corre el riesgo de vivir en medio de una completa inestabilidad emocional o de sufrir físicamente agresiones tan radicales que pueden desembocar en nefastas consecuencias.

La canción que sobre este tema compartiré es interpretada por Gualberto Ibarreto y su autor es el poeta popular Luis Mariano Rivera: "La negrita ja ja ja", se denomina, aunque casi estoy seguro de que el título original no es este que aparece en la red, pero no he podido comprobarlo. Confieso que, en todos estos años que ocasionalmente la escuchaba, no había caído en cuenta del sentido tan radical de la letra. El hombre celoso no se anda por las ramas y, desde el primer momento, declara de lo que es capaz. Solo una voz tan prodigiosa como la de Gualberto, que le imprimió a la melodía un matiz juguetón, pudo hacer el milagro de aligerar un contenido con semejante gravedad. Espero que la disfruten.