El baile cerró y las mujeres en edad núbil que no fueron seleccionadas se fueron con aire de derrota. Armando Salazar era el soltero más codiciado de toda la ciudad ya que era hijo de una familia de alta cuna de la Mérida de principios de siglo XIX.

La fiesta, haciendo honor a la época de inicio de la fiebre provocada por esta familia, tuvo como temática el estilo de ropa y música del siglo ya referido.

Susanita Mendoza, una chica de veinticinco años estaba obsesionada con el joven Salazar desde que lo vio por primera vez cuando ella tenía quince y él apenas diez. Sabiendo quién era y hechizada por su encanto, supo que tenía que pretenderlo. En cada fiesta, reunión, salida y encuentro casual -esto último estaba más o menos en su control, porque no era invitada a ciertos eventos- Susanita aprovechaba para acercársele y hablar y jugar con él. Hubo un período en el que no pudo cumplir con estos planes ya que su padre se lo llevó de viaje y, de paso, tuvo que ir a formarse para suceder a su padre en la compañía.

Cuando tuvo a Salazar de nuevo a su alcance, este casi no la reconoció hecho que le dolió bastante, pero no bastó para que cejara en sus esfuerzos.

La fiesta de selección de futura pareja del mayor de los Salazar, hizo que Susanita volviese a la vida y buscara entre sus mejores vestidos para destacar. Lamentablemente, esto no fue suficiente. Armando pasó de ella varias veces. Cuando la ganadora fue señalada, Susanita casi se desmayó. Su padre la sostuvo hasta llegar a casa donde se desplomó en uno de los sillones.

El viejo sabía de la obsesión de su hija por Salazar. No esperaba que esto acabase con ella en este estado.