Felicidad aparente
Saludos y bendiciones para todos.
Saludo muy especialmente la iniciativa de @solperez quien cada semana nos sorprende con las maravillosas obras de pintores de todos los rincones del mundo y de todas las épocas. En esta edición le correspondió el merecido homenaje a Mijaíl Vasílievich Nésterov (1862-1942) de quien voy a tomar, para mi ejercicio literario, la obra Para una poción de amor (1888)

Imagen suministrada por @solperez
Como soy un caballero, decidí borrar de mi memoria el lugar donde nos conocimos y los detalles tras los cuales logré que Natasha aceptara convertirse en mi esposa. Lo único que rememoro de aquellos días es la indescriptible felicidad que sentí tras su aceptación ante mi tímida propuesta.
Reconozco que, aunque me iba muy bien en los negocios, le describí mi situación financiera con exageradas posibilidades, pero lo hice porque, como buen comerciante, sentí que debía presentar mi oferta de la manera más irresistible aun a sabiendas de que el producto principal debía ser yo mismo.
Pero, bueno, este producto ella ya lo conocía muy bien.
Lo demás era accesorio.
Los primeros días de convivencia fueron una verdadera luna de miel. Por lo menos así los sentí. Ella sonreía y yo estaba, permanentemente, atento a todos sus deseos.
Imagen generada en Seaart.ai especialmente para esta publicación
Pronto las obligaciones reclamaron mi presencia en el negocio y tuve que volver a la rutina de salir cada mañana a atenderlo y volver al final de la tarde a mi casa, con mi bella esposa. Algunas veces sus viejas compañeras la visitaban y, al verme llegar, se despedían con la promesa de un nuevo encuentro. Tras esas visitas ella quedaba sumida en un letargo inexplicable y eran los días (o noches) en los que se sentía indispuesta para casi cualquier sugerencia de mi parte.
Para alegrar su espíritu, decidí traerle frutas, chocolates, pulseras, collares, perfumes, maquillajes, vestidos, calzados. Y así lo hice, cada tarde, sin faltar ni una vez. Y ella recibía aquellos obsequios con una sorpresa bien ensayada. Y me sonreía.
Me sonreía con dulzura, con gratitud y hasta con pena. Pero nunca más la vi sonreír de verdad como en aquel lugar donde la conocí.
Interesting
Gracias por visitar mi blog y dejar tu comentario. Espero que te animes a participar.
Me encantó leerte. Gracias por estar. Un abrazo.
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Saludos, amiga. Gracias por la revisión de mi publicación y por dejar tu amable comentario. Es un gusto hacer estos ejercicios narrativos a partir de las bellas obras de arte que nos compartes por aquí.
Un abrazo.
Es maravilloso contar contigo.
Seguro a ese viejito le faltaba un consomé de caribe con chipichipi y guacuco. Sí.
Y esas amigas envidiosa de seguro le llenaban la cabeza de congorochos. Je, je, je, je, je.
Muy buen relato amiga
Jajajaja Me has hecho reír mucho con tu comentario lleno de picardía y buena sazón.
Gracias por tu visita que, a diferencia de aquellas amigas, solo trae ideas maravillosas y muchas posibilidades a esta publicación.
Te envío un abrazo.
Hola @eudisdiaz.
Muchaas veces las amistades son malas consejeras y se meten en lo que no les importa, esto aunado quizas al aburrimiento hace que Natasha dude del amor de su esposo. Ellos deben hablar.
Un gran saludo!.