Esa tarde todos esperaban con inquietud la llegada de la mujer que vendría decidida, como estaba escrito en la carta, a recuperar a su hija. Pero ¿cuál hija?, ¿de quién era ese niña? se preguntaba Adela, la nodriza que la había amparado desde sus primeros días de vida hasta el momento en que, después de una larga ausencia, la madre biológica se disponía a llevarla consigo, tal como rezaba el escrito, a como diera lugar.

_{Un extraño (1903) Pintor: Johan Julius Exner (1825–1910)}
Fuente

Unas semanas atrás habían recibido en casa de Adela la misiva en la que la familia Santana anunciaba que se haría cargo de la pequeña Martina, aduciendo que tenía todos los derechos sobre ella. Como prueba de ello, los firmantes de la carta explicaron los motivos de esta decisión, apoyados en las leyes que otorgaban la protección y custodia de los niños a su familia legítima.

Adela, con el corazón oprimido, no dejaba de pensar en lo fácil que podía ser tener una hija, entregarla a manos ajenas para luego, sin más, pretender recuperarla con tan solo una visita. ¿Cómo se podía presentar esa mujer ante Martina? ¿Con cuáles palabras pretendía, en tan pocos minutos, conquistar el corazón de la niña que solo la había tenido a ella como su madrecita?

Por su mente desfilaron los momentos más hermosos compartidos con Martina. La recibió en sus brazos el día en que la elegante mujer expresó con firmeza que no podía hacerse cargo. De allí en adelante comenzó una relación entre Adela y la niña que estaría marcada por el amor y que se definiría, a la postre, como ese lazo indestructible que se construye entre una madre y una hija.

Adela la vio gatear; la tomó de sus manitas para que comenzará a dar sus primeros pasos; escuchó sus balbuceos que después se convertirían en palabras y en las que el sonido de "mamá" sellaría la eterna relación entre ambas.

Y esa misma tarde, Adela, sentada frente a la mujer de alcurnia, tuvo más que nunca la completa convicción de que su dedicación a Martina y el amor que le profesaba como la hija que nunca pudo tener, serían elementos suficientes para luchar por mantenerla consigo, con la misma entereza con la que la forastera, en tan solo segundos, se la quería arrebatar.