Cuando papá se pone imposible, lo cual ocurre con frecuencia, salgo de la casa y bajo a la playa. Oír el sonido de las olas, la fauna comunicándose en su propio idioma y, en general, mirar el paisaje me relaja y me hace olvidarme del mal humor de mi progenitor.

Aparte de eso, una amiga cercana siempre está ahí para escucharme y confortarme. Algo que he notado, es que nos parecemos mucho. En todo excepto en la parte inferior del cuerpo.

Ella me ha dicho que, cuando yo crezca, me llevará a conocer otros puertos y a otras personas, algunas como ella. Para prepararme, me enseña a hablar en otros idiomas, que malamente he sabido ocultar. En ocasiones, papá me ha atrapado canturreando en otra lengua y me ha preguntado que de quién la he aprendido. Uso la excusa de la escuela o la calle para que no profundice mucho.