Concurso de Arte y Escritura #147 | Microcuentos
Hola a todos.
Esta es mi participación al Concurso de Arte y Escritura convocado por @solperez.
Antes de seguir, quiero invitar a @aplausos, @pepo84 y @majerius.
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La "última"
—Dijimos que sería una copa —dijo Juan, rendido y fastidiado—. Pero al menos lo intentamos.
—Cállate —ordenó Miguel sin ganas.
Los dos hombres habían sido amigos toda la vida y, justo por los años de su adolescencia empezaron a consumir bebidas alcohólicas movidos por la presión social del momento y por querer encajar.
Desde ese momento no pudieron parar. Muchas veces, se escapaban de sus casas para ir a beber un par de botellas. No se escapaban del trabajo porque, si los echaban ¿cómo se lo dirían a sus mujeres? Y, más importante, ¿cómo pagarían otra ronda la siguiente oportunidad?

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¿Por qué?
Yocasta, Sara y Bonifacio eran tres personas que no se conocían de nada. En todo el tiempo que llevaban de vida habitando la misma ciudad, coincidieron sin darse cuenta.
Esta ocasión también coincidieron, pero por razones bastante desagradables.
Justo en las mismas fechas, los tres tuvieron dolor de muelas. Yocasta comía huevos hervidos y pan un poco duro cuando la pieza dental se resintió. La anciana chilló y se llevó la mano a la mejilla izquierda. Sus hijos, ya adultos, y un par de nietos la miraron espantados. Sara, estaba en la ducha y, cuando cayó el agua fría el dolor le hizo olvidarse de lo tarde que iba al trabajo.
Bonifacio, el tercero del grupo, se despertó muy temprano arrancado del sueño por un dolor insoportable.
Esa mañana en la que coincidieron, los tres se lamentaban por tener que cancelar planes para ir con el médico. ¿Por qué? pensaban ensimismados en su dolor y ajenos al de los demás.

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Otro día más
—Ya casi llegamos, mujer.
La pareja de ancianos avanzaba con el frío calándoles los huesos. Habían pasado todo el día trabajando para que, al final de la jornada, su patrona les dijera que no había llegado el dinero y que mejor no fueran a la fábrica al día siguiente.
—Les enviaré el dinero con alguien —explicó con voz triste. Esta no era la primera vez que no producían la cantidad de productos terminados necesarios para recibir la paga de sus empleados.
La patrona los veía alejarse a pie. Pensó en usar su vehículo para llevarlos, pero no le quedaba mucha gasolina.
La noche ya había caído. El hombre de la pareja había dejado la luz frontal encendida para que no les costara encontrar la llave correcta y ponerse bajo resguardo.
—Ya falta poco —dijo el viejo.
—Ya sé —respondió su esposa de forma lastimera.
Cuando llegaron e ingresaron en el hogar, ambos se dieron permiso de desplomarse de cansancio en el lecho matrimonial hasta el día siguiente.

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Todas las imágenes fueron tomadas del post de invitación del concurso
Hola @hljott.
Nos regalaste tres historias de vida diaria muy bien contadas y que fácilmente ocurren en la vida real. Es agradable leer tu participación.
Un gran saludo!