Crónicas Literario-Gastronómicas de un moderno Gargantúa
‘Fait ce que voudrais’ (1)
[François Rabelais]
Aquí comienzan las Crónicas de un Gargantúa moderno, que sin ser gigante ni tener tampoco aspecto amenazador –o eso piensa- reconoce que en ocasiones su apetito es sibarítica y desesperadamente voraz. Si se rinden, como yo, a la inevitabilidad de reconocer en la gastronomía, una seria candidata para ser considerada como una de esas refinadas virtudes añadidas a las Bellas Artes, como es el Placer, puede que también estén de acuerdo conmigo, cuando afirmo, sin pudor ni pelos en la lengua, que ojos que no ven, paladar que no siente. O en su defecto, que no se resiente.
Por otra parte y lejos de pretender cometer adulterio con mi hemisferio izquierdo –aquél dejado de la mano de Dios, pero solícitamente comprometido con las demandas de la Diosa- y sólo cuando la ocasión lo requiere –en lugar de acudir a la tradicional pata de conejo, acaricio la pata de oca que tengo por llavero y me acompaña siempre a todas partes, como el complementario de Machado- acudo al aburrido mundo racionalista de Voltaire, con la única intención de aprovecharme de esos escasos momentos de desesperante lucidez y a semejanza de él y poniendo siempre como ejemplo a nuestro inmortal caballero Don Quijote de la Mancha –no me toques, que te tiznas- inventarme pasiones con el único y justificado propósito de ejercitarme.
Quien no me conozca –ni falta que le hace y tanto gusto, gusta tanto, añado por mi parte- pensará que mi pasión por el Norte, es un esnobismo pasajero, como quizás lo fuera en Ibiza la moda trendy de los abanicos gigantes, que utilizaban en sus espectáculos los integrantes de ese grupo hipocondríaco, llamado Locomía. Nada más lejos de la realidad: cuestión o no de nobleza, lo cierto es que lo que uno lleva en la sangre le tira con tanto ímpetu, que tarde o temprano, por muy lejos que se encuentre, siente la imperiosa necesidad de volver y permitir dócilmente que el espíritu se reboce a sus anchas en los mismos lodos donde lo han hecho siempre sus antepasados. Y una parte esencial de esos lodos, no es otra que la variada gastronomía, que forma otro de los atractivos de ese comparativo Tir-nan-Og o paraíso celta perdido, al que le cantaban con nostalgia los bardos de luengas barbas y lenguajes secretos en sus estribillos.
Pero éstas, evidentemente, no son cuestiones de nostalgias y sí, por el contrario, ejercicios de placer y fantasía. De manera que, sin más preámbulos o menudillos variados, como son los dimes y diretes o los cuéntame Roque, les invito a seguirme en ésta aventura literario-gastronómica con la que pretendo tentar, alevosa y descaradamente su interés, sin más objetivo u ocultas intenciones, que las de mantener un duelo amistoso con la imaginación y procurar, dentro de lo que cabe, hacerles pasar un rato lo más ameno y agradable posible.
Que lo consiga o no, depende de ustedes y su buena consideración. Pero si al final, los menús puestos a su disposición, han sido capaces de sacarles, cuando menos una sonrisa, alzaré con alegría mi copa, esperando que me acompañen a la voz de: ¡bien hecho y buen provecho!.
Notas:
(1) Haz lo que quieras.
Te invito a conocer el mundo del que estoy enamorado.
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Como te atreves a mostrarme comida cuando tengo hambreeeeeeeeeeeeee?! Atrevidoooo!!!
Que graciosa @blacklux, sigue así...
Serás desagradecida: encima que te invito a un festín. Ainnssssss
Te lo mereces amigo @juancar347"Haz lo que quieras"...Igualmente!
Gracias, amiga @lisfabian