— Hay paz y serenidad en casa, por ello, le sirvo a mi amado pretendiente Heribert un café, vistiéndome con mis mejores galas. Se repite insistentemente Agatha dentro de su mente.

La mujer se viste de blanco y coquetea insistentemente con Heribert, pero este se muere de aburrimiento y una vez tomado el café se recuesta en la silla.

De inmediato Heribert cierra los ojos y dice:

— Agatha estoy sofocado del calor y aburridísimo con tu exposición. Yo te gusto y tú me gustas pero deja de parlotear, tu monologo es como un somnífero para mí.

Agatha le dice a Heribert:

— Entonces, ¿qué quieres que haga?.

Heribert abre sus ojos, se para y le susurra algo al oído, Agatha se sonroja, y le da una cachetada fuerte a Heribert exclamándole:

— Okey, te espero a las 7 p.m, eso sí, ¡tú traes el licor para ponernos a tono!.

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La dama corre a su habitación y elige vestirse de negro para la ocasión en cuestión. Piensa que ese color la hace ver elegante y mundana. Como colofón a su persona decide usar un tocado amarillo. Ella espera con expectación el desafío de Heribert y a su vez cree poder seducirlo para que tome más en serio esta extraña relación .

Heribert, llega y la salamera de Agatha lo agarra por un brazo, llevándolo hasta el patio. Ella, le arranca de la mano una bolsa de papel marrón muy pesada.

— Veo que entendiste Agatha, ahora déjame encender las luces querida dice Heribert con su sombrero de bombín.

Agatha mientras tanto va arreglando sus dos mesitas redondas ya que no tenía una cuadrada y sirve las bebidas espirituosas, esperando que aquella noche sea de romance y alegría.

— Agatha, veo que te desinhibiste conmigo te propongo un brindis, dice Heribert.
— Si, si, si , contesta ella.

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Lo que Heribert no sabia era que Agatha es una persona muy ahorrativa, para no decir pichirre, y cambio los finos vinos que venían en la bolsa por unas sangrías baratas y sospechosas comprada en el ala oeste del pueblo.

— ¡Agatha, que es esto que estoy tomando!.
— No aguanto más Heribert debo decirte la vedad: es sangría.
— Pero si es un brebaje divino, dice Heribert.
— Menos mal que te gustó, amor corazón de melón tengo a tu disposición: la titi, la que manda, la conchambrosa, la viperina, mal portada, bien portada, la toxica y todas rinden, contesta Agatha.
— Estas como loca, pero siéntate a tomar conmigo, replica Heribert.

Un sorbito les lleva a otro sorbito, ríen y cantan sin parar de beber, hablan muchas tonterías, se entonan, se emborrachan y comienzan a hablar en inglés, francés y alemán. Agatha bajo los influjos de la bebida espirituosa se envalentona y le increpa a su enamorado:

— Heribert y tu propuesta atrevida, ¿cómo que para cuándo? ¡Heribert!, ¡Heribert!, ¡Heribert!.

Resulta que Heribert yacía borracho, se derrumbó dormido y babeando encima de la mesa. Agatha, comienza a llorar ante una promesa incumplida y todo por culpa de ella, por su pichirres y su afición a bebidas de dudosa reputación.

Mientras Heribert pasa la mona, ella corre a su sofá, se quita el tocado y con sus pensamientos dándole vuelta reconoce que puso la torta. Pero no importa, porque sabe que Heribert ya es de ella y que en alguna oportunidad cumplirá aquella promesa que lo hizo merecedor de una sonora cachetada, y en esa ocasión ella le servirá esos vinos de alta alcurnia que él le trajo. De repente dice en voz alta:

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— ¡Claro eso se lo beberá él porque a mi me sigue gustando la que manda y esa nueva que está saliendo la motomami!. ¡Ay Dios mío!, veo mi vestido negro azulado.

Pobre Heribert, no sabe lo que le espera.

Hola querida comunidad Venezolanos Steem, espero que a los lectores les haya agradado mi publicación y que además la misma les sea refrescante y divertida.

Esta es mi participación en el Concurso de Arte y Escritura Enlace Aquí, sugerido por @solperez.

Invito a participar a @robertorrivas, @paholags y @lucymavarez.

Un gran saludo a todos.

El separador es de mi autoría, utilice para su elaboración el programa de diseño gráfico Canva y sus elementos.