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En ocasiones, algunos caminos se ven truncados antes de tiempo, y quienes gozan de salud y vitalidad, repentinamente, se marchan de este mundo sin tener la oportunidad de despedirse, dejando a su vez, un gran vacío y desesperanza en los corazones de aquellos que les apreciaban y les amaban; circunstancias difíciles de superar.

Karla Montoya era una mujer de veinticinco años que había estado felizmente casada con Pedro Telar desde los dieciocho años, pero, por circunstancias del destino, había quedado viuda luego de un trágico accidente en el que su amado esposo perdiera la vida.

Había heredado algunas propiedades que pertenecían a su esposo, entre las cuales se encontraban una pequeña vivienda y una finca con animales de pastoreo. Nunca tuvieron hijos; su esposo Pedro, siempre manifestaba que primero debían alcanzar las condiciones óptimas de comodidad e ingresos para traer al mundo a sus descendientes. El año de su partida, era el que ambos, finalmente habían decidido concebir descendientes.

Después de los eventos inesperados que se llevaron la vida de su esposo, Karla cayó en un estado de depresión inconsolable. Todo le servía para recordarlo: desde la casa que se sentía vacía, hasta la finca, esa que le parecía demasiado grande para atender. Desde ese día, sus atuendos que antes eran alegres y coloridos, fueron sustituidos por tonos opacos que reflejaban la tristeza y soledad que sentía su corazón.

A veces hasta se negaba a salir de la casa y tomar aire fresco; la tristeza era tan grande, que veía poco sentido en continuar, aunque aún así jamás intentó hacer nada en su contra. Era una mujer creyente, alguien temerosa de Dios, a pesar de no ser una fiel devota.

Su hermana, Karina, era quien más estaba pendiente de la situación de Karla. Era dos años mayor que ella y vivía alejada, aunque siempre había tiempo para visitarla junto a su esposo Juan. Desde la muerte de Pedro, sus visitas se habían vuelto constantes y rutinarias; una vez a la semana era su frecuencia.

—¡Karla, por favor! Aún eres jóven. —dijo Karina.

—Este lugar es demasiado grande para mí sola, hermana. —contestó Karla.

—Tal vez deberías dar oportunidad a alguien más en tu vida. Pedro ya no está, pero te aseguro que lo menos que hubiera deseado es verte sufrir. —aconsejó Karina.

—¿Y exponerme a que todo el mundo hable de mí? —preguntó Karla.

—Deberías dejar de preocuparte por lo que piensen los demás. La vida continúa, hermana. Si al menos tuvieras hijos para preocuparte por ellos… pero mírate, vives sola, sin nadie que te haga compañía. Me preocupo por ti. —dijo Karina.

—Lo sé. A veces lo pienso, aunque ni siquiera sabría por dónde empezar. —contestó Karla.

—Te pierdes muchas cosas al estar encerrada aquí. Siente está brisa, siente la libertad. —dijo Karina.

—No es fácil, hermana. —se lamentó Karla.

—Inclusive, podrías pensar en vender la propiedad y, si no, por lo menos, contrata a alguien, para que te ayude a atender los animales y las plantas, y quizás también a ti. ¡Piénsalo! —sugirió Karina.

—Tal vez considere tu sugerencia… Desde que Pedro murió hace más de dos años, me hace falta un poco de cariño, digo, no es que deje de amar y me deje de importar lo que él significó para mí, pero creo que si lo necesito. —contestó Karla, con los ojos llenos de brillo.

—Ja, ja, ja… ¿Tienes alguien en mente? —preguntó Karina.

—La verdad si, hermana. —respondió Karla sonriendo.

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Está es mi participación en el concurso de arte y escritura #158, propuesto por la amiga @solperez, para la comunidad Venezolanos Steem. Por acá les dejo el Link del Concurso Arte y escritura #158, para aquellos que estén interesados en participar. Invitó a @paholags, @gertu y @emmabritt.

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