## 💔 Capítulo 2: La plaza, las vueltas… y el día que no llegó

in #amor10 days ago

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Sigo en Cusco, escribiendo desde este rincón frío donde las noches se parecen tanto a los recuerdos.
Esta historia no solo nació en redes sociales, también nació en la plaza… donde la veía sin que ella lo supiera.


👀 La plaza

Un detalle importante que no conté es que antes de escribirle, ya la conocía a la distancia. Nuestra ciudad es pequeña y los domingos, casi como un ritual, la mayoría de la gente salía a la plaza a caminar, conversar y observar.

Recuerdo cómo veía la plaza dividida, al menos en mi forma de entenderla:

  • En el centro, junto a la pileta, estaban los de mejor posición económica.
  • En la circunferencia intermedia, la clase media.
  • En la rueda externa, la mayoría del pueblo, los comunes, los soñadores... como yo.

Ella estaba allí, junto a sus amigas, en el grupo del medio. Se veía inalcanzable, con un vestido que aún recuerdo con claridad: blanco con puntos negros —o tal vez era negro con puntos blancos, nunca lo supe bien, pero ese contraste quedó grabado en mi memoria como si fuera una pintura. Hermosa, segura, distante.

Yo pasaba cerca, con mis compañeros, dando vueltas sin sentido… solo para verla un instante más.

“Es muy hermosa, jamás podré conocerla”, pensaba mientras mis pies seguían girando alrededor de la plaza.

¿A ti te ha pasado? ¿Ver a alguien y sentir que está fuera de tu alcance?
Eso me pasaba con ella.
Y sin embargo… ahora es con ella con quien converso cada noche frente al ordenador.


🧦 Medias multicolor y canciones compartidas

Nuestra confianza creció al punto de conocer hasta los detalles más tiernos:
sus medias multicolores, que movía al ritmo de las canciones que escuchábamos juntos.
Nos compartíamos enlaces de música, historias, tareas… y poco a poco, sin notarlo, se fue convirtiendo en mi persona favorita.

“Saber que nunca terminas de conocer a tu persona favorita… eso quería decirle.”

Ahora, gracias a las videollamadas, ya conocía su rostro, su voz, su risa.
Y aunque aún no nos veíamos en persona, ella se convirtió en la personita más importante de mis días.


🤝 ¿Nos conoceremos?

Nuestras conversaciones eran profundas: tristezas, alegrías, recuerdos de infancia…
Y aunque ya sabíamos cómo éramos físicamente, aún no habíamos tenido el valor de vernos cara a cara.

Le confesé que era más que una amiga para mí…
Que en el fondo, yo sentía que ella algún día sería mi esposa.

Ella respondió, entre risa, sorpresa y ternura:

—“¿Ah sí? ¡Estás loquito!”
—“Eso creo.” (respondí con una sonrisa)
—“¡Pero si ni siquiera nos conocemos!”
—“Solo lo sé…”

Y así, con el corazón lleno de ilusión… llegó el día del encuentro.


🌧️ El día esperado… bajo la lluvia

Era un día hermoso, a pesar de ser temporada de lluvias.
Me preparé con cuidado: me duché, me peiné, me perfumé. Estaba nervioso, emocionado. No fingiría ser nadie más. Sería yo, tal cual soy.

Caminé hasta el lugar pactado: el parque frente a la iglesia.
Llegué media hora antes. Me senté a esperar. Comenzó a lloviznar.

No importó.

Pasaron los minutos… 30, 45, 60.

“Tal vez tuvo un inconveniente.”
“Tal vez ya viene.”
“Esperaré 15 minutos más.”

Pasó el tiempo.
No llegó.

Volví a casa caminando bajo la lluvia.
Y sin querer, canté para mí mismo, como una forma de consuelo:

🎵
La otra noche, te esperé bajo la lluvia dos horas,
mil horas, como un perro…
Y cuando llegaste, me miraste y me dijiste: loco,
estás mojado, ya no te quiero…
🎵

Pero esa noche…
no llegaste.


📝 Gracias por leerme

¿Te ha pasado algo similar? ¿Esperaste a alguien que no llegó?
Cuéntamelo en los comentarios, te leo con el corazón abierto.

Escrito desde Cusco, una noche más, con lluvia en el alma y letras en el teclado.