Capítulo 1: Mi prima y mi esposo son amantes
Hay historias que nunca pensé vivir, menos contar. A veces, la traición no viene de enemigos ni de extraños, sino de quienes más cerca se sientan en nuestra mesa, de aquellos a quienes abrimos la puerta cuando más vulnerables están. No es fácil revivirlo, pero quiero decirlo, no por despecho, sino para entender y evitar repetir los mismos errores, para no permitir que algo tan triste suceda otra vez, tan de a poco, tan silenciosamente.
Acogí a mi prima Krysthel en mi departamento porque ella estaba pasando por un mal momento, y me traicionó quedándose con mi marido, Owen.
Krysthel, originaria de Tokyo, vino a vivir a Bogotá con nosotros después de perder a su marido y a su bebé en un accidente de motocicleta.
Yo, sin saberlo, sin imaginar lo que esta mujer era capaz de hacer, la recibí sin reservas, sin prever el daño tan grave que causaría en mi vida. Cuando ella pierde a su marido y a su hija, fue porque este hombre fue muy imprudente. Él salió en la motocicleta con la bebé de tan solo dos añitos. Ninguno llevaba casco. Salieron a una avenida, un tractocamión iba a una gran velocidad y los arrolla, absorbiéndolos con las llantas y, pues, pierden los dos la vida.
Entonces, toda la familia, pues, nos volteamos hacia ella con misericordia, como en:
—¡Oh!, pobrecita. Ella quedó sola y me la llevo a vivir a mi departamento.
Yo tenía mi marido. Estábamos allí los primeros meses, pues el luto, el dolor, ella muy triste, y yo hablaba con ella. Fuimos, o yo creía que éramos, las grandes y mejores amigas, y yo a ella le estaba contando cosas de mi vida.
Yo nunca le había sido infiel a mi marido, nunca lo hice, pero, pues, yo pensaba que yo no era una mujer fea, desagradable, y había personas que me escribían. Entonces, yo le empecé a contar a ella. Yo le decía:
—Imagínese que el señor de tal trabajo de construcción de casas me está escribiendo —o— Imagínese que tal persona me dijo esto.
Y le mostraba los mensajes, mensajes que yo eliminaba, porque yo no quería tener inconvenientes, problemas con mi marido. Entonces, pues, no veía la necesidad de mostrárselos a mi marido como para crear un problema, de que él fuera a reclamarle a ese hombre. No sé por qué le escribí a mi marido, sino que eso iba en mí, en que, pues, mensajes en los chats pueden llegar muchos, pero yo no le correspondía a ninguno, tampoco respondía a los mensajes.
Pero sí me causaba como gracia, y no sé si sea, como me decía mi marido, que yo era muy “llamativa”. No sé si sea eso o era que eso me subía como la autoestima, decir:
—Hay hombres a los que le agrado, yo no soy fea, yo puedo llamar la atención de otras personas —¿no?
La verdad, me gustaba leer este tipo de mensajes, pero nunca respondí nada. Y se los empiezo a mostrar a ella, y ella me decía:
—Tenga cuidado, mire que yo perdí a mi marido, yo perdí a mi hija, y eso no se debe hacer.
Yo le decía:
—No, pero es que yo no hablo con nadie, pero, pero me escriben.
Y bueno, yo creía que eso no era un problema. De verdad que yo lo pensé, pero sí fue un problema grave.
Ella empieza a hacerse muy amiga de mi marido, y empiezo yo a recibir mensajes en mi iPhone, de un número X, donde me decía que habían hackeado mi Facebook, que tenían mis conversaciones, que sabían que a mí me escribían hombres y que le iban a mostrar a mi marido, que se iban a encargar de dañarme mi matrimonio.
Yo decía:
—Pero es que yo a mi marido no le estoy engañando, o sea, yo no he hecho nada para que mi marido, pues, me vaya a abandonar.
Entonces yo le decía:
—Pues cuéntenle, hagan lo que quiera.
Hubo una conversación de una persona que me escribió, y esa persona, yo nunca le respondí, pero esa persona me escribía y me enviaba fotos de su miembro, y esa conversación se la enviaron a mi marido.
Mi prima, como yo tenía mi Facebook abierto en mi laptop y ella a veces me lo pedía prestado, había sacado estas conversaciones, y ella le había tomado captura de pantalla y se las había enviado a mi marido. Ahí no había respuestas mías porque yo no respondía, pero ella lo que le dijo a mi marido fue que yo borraba lo que hablaba con esas personas.
Mi marido llega superenojado al departamento a hacerme reclamo. Yo no había querido pagar el dinero a esa persona, porque yo no sabía aún quién era el hacker que me había pedido el dinero por no enviarle a mi marido eso. Y yo dije:
—No hay problema, porque yo no respondo mensajes. Pues que le envíen lo que quiera.
Y efectivamente, le enviaron esa. Entonces, mi marido llega al departamento y me empieza a hacer reclamo, a decirme que yo era una no sé qué, una tal por cual, ofendidísimo. Y es entendible, porque, pues, yo no le mostraba. Sí, y yo pude haber tomado la opción de bloquear para no ver eso.
Entonces, él me reclamaba el porqué yo permitía que me enviaran esos mensajes. Y, pues, yo le juré a él que yo no respondía mensajes y que había muchos más, pero yo no respondía. Y él, pues, lo que pasa era que yo subía foticos, con mis vestidos.
En mi departamento teníamos piscina, entonces yo, pues, me tomaba foticos en la piscina, y era mi Facebook, atrajo muchos hombres y entonces me enviaban la solicitud y yo las aceptaba. Pero, pues, no sé si me gustaba ser el centro de atención, pero yo nunca hablé con nadie, yo nunca le respondí un mensaje a nadie.
Y entonces, mi marido, ese día que llega al departamento, se sienta en el computador, abre Facebook y empieza a ver todo: los mensajes, la cantidad de mensajes que había. Y yo le dije:
—Pues yo acepto la solicitud de amistad.
Y entonces me pongo a bloquear todos los mensajes. Y él me decía:
—¿Y para qué quieres tener tantos amigos en redes sociales, si no eres influencer? Si no vendes nada, ¿para qué los amigos?
Mi marido estaba muy como ciego en ese momento de ira y no creía nada de lo que yo le decía. Tampoco me quiso como entender cuando yo le dije:
—Mi amor, le juro que yo no hablo con nadie.
Y así era. Pero, para él, el solo hecho de que yo subiera ese tipo de fotos y aceptara solicitudes de amistad de diferentes hombres que yo ni conocía, pues, para él eso ya era una traición. Cosa que yo no veo así, porque yo no respondía mensajes a nadie.
Sí, me gustaba que me vieran, me gustaba saber que era bonita. Eso me subía como mi ego, mi autoestima, pero no hablaba con nadie.
El caso es que mi marido se va y me deja. Y yo quedé con mi prima en el departamento. Y yo le decía:
—Pero es que, ¿quién?
Y ella me dijo:
—No, a usted le hackearon su iPhone o le hackearon su Facebook. Usted tiene que cambiar claves, usted tiene que hacer esto.
Y yo le hice caso porque ella todavía me asesoraba. Cuando mi marido se va y me deja, había pasado como unos seis o siete meses, y, pues, yo empiezo a hablar con una persona por Facebook. A esa persona, pues, sí le respondí. Esa persona me decía que muy bonita mi piscina, que muy bonito mi cuerpo, que muy bonito esto.
Y, pues, mi marido ya hacía seis meses se había ido. Yo le había insistido y él no quería saber nada de mí. Y él, inclusive, en sus redes posteaba que yo era una descarada, una p, una zo, una pu, y que yo era lo peor, y que él se arrepentía de estar conmigo.
Entonces, pues, yo empiezo a tener conversaciones con este hombre que me elogiaba, y este hombre empieza a enviarme dinero. Estas conversaciones todas le llegaron a mi marido. Entonces, mi marido me dice:
—Confirmadísimo. Usted a mí me está engañando, usted es una no sé qué.
Y me bloquea de todas sus redes sociales y no me vuelve a hablar ni nada. Y yo decía:
—Pues ya qué reclama, él se fue hace rato, entonces, pues, no pasa nada.
Cuando mi prima me dice a mí que se va a ir también del departamento, que ella ya había conseguido para dónde irse y que ella sentía que, pues, ya había cumplido su ciclo ahí conmigo. Y yo le decía:
—Pero, ¿para dónde se va a ir?
Me decía:
—No, es que por ahí tengo un novio.
¿Y adivina quién era el novio? Mi marido.
Y ella luego me dice:
—No, la verdad es que tu ex me arrendó un cuarto en donde él consiguió un departamento, y voy a ir a vivir allá con él.
Y yo le decía:
—Pero, ¿por qué me va a dejar a mí, se va a ir con él? O sea, usted es familia mía, no de él.
A lo que ella me contesta:
—Sí, pero, pues, no. Es que la verdad, no me siento bien contigo. Tú tienes una forma de ver la vida como muy mundana, y yo no quiero eso.
¿Mundana? Si era ella la que se acostaba con mi marido. ¡Ah!, y yo era la mundana.