Fígaro, el gatito.
Su ropaje natural era una mezcla de luz y obscuridad. El blanco y el negro se distribuían armónicamente en su frágil figura: el ojito y la orejita derechos pertenecía a las tinieblas abarcando su cabecita, mientras el blanco se expandía sobre su lado izquierdo y su boquita.
Llegó a la semana de nacido, venía con tres hermanitos, los tres parecidos entre sí. Pelaje abundante gris-blanco y ojos azules. Fígaro fue el primer y único nombre pensado para él, pues recordaba al gatito de Pinocho. Se distinguía por el contraste bicolor complementado en su piel, pero también por su inquieto y avivado carácter; más hábil que los demás, Fígaro caminó primero, agarró primero el tetero artificial que sustituyo a los blandos pezones , primero en usar el arenero y su llanto resonaba con una fuerza tal, que parecía que la vida se había concentrado en ese pequeñito bulto de pelos.
Su destino lo llevo, junto a sus hermanitos, del abandono a la urgencia de la sobrevivencia. La nueva madre, nada parecida a la anterior, sin la suave providencia láctea que mamar, ni pelaje en el cual zambullirse para encontrar el calor y seguridad, se avocó a su cuidado. Carente de la temperatura exacta, una nueva leche fue ingerida con desesperación y hartazgo ante la frustración de no encontrar lo esperado, una humedad nada amable de algodones mojados, limpió lo que la lengua materna solía asear con ternura; y la madre ausente fue sustituida por los latidos de los cuatro peludos que se rebuscaban enterrando la nariz y los ojos en el ropaje hermano. Así, alcanzaron el mes, después de constantes cuidados y mucha dedicación. Los ojos de los tres hermanitos gris-blanco se tornaron azul celeste y en los de Fígaro se enterró el azul profundo del océano, parecían dos pequeñas entradas al universo, vibraban con su vitalidad e inquietud. Y como si supiera que ante la belleza exuberante de sus hermanitos, él tenía que desarrollar otras cualidades, se fue mostrando seductor y sensual para ganar el terreno en su nueva madre. Sabía acomodarse en la mejor pose con la patita sobre su carita a manera de almohada, o caer panza hacia arriba en las piernas maternas y entregarse al sueño reparador, jugueteaba en los zapatos y saltaba sobre sus hermanitos, augurando a un excelente cazador. Definitivamente se manifestaban en el las mejores aptitudes de sobrevivencia, era claro que el mundo le pondría trabas y el sacaría las garritas para aferrarse a él.
Llegó el momento de una nueva madre, y por temor de la segunda, que siguió a la natural progenitora, de la cual se desconocía su historia por haber sido encontrados en una caja de cartón afuera de un negocio, procuró entregar primero a Fígaro, pues en apariencia era inferior a sus hermanitos y podía ser rechazado en declinación por los otros tres gatitos. Pero ella sabía que había un gran corazón en ese pequeño cuerpecito que engendraba la unión de los contrarios en su piel y que sus ganas de vivir lo hacían especial, pues poseía muchas cualidades a diferencia de sus congéneres, que se movían con lentitud y su maullido era apenas perceptible. Fígaro fue entregado al primer interesado en adoptar, dejando una sensación de angustia calmada al creer que se había superado el problema de la adopción.
Uno de los hermanitos, que parecía una mota de algodón por lo peludito, fue el siguiente en conseguir adoptante. Quedaron dos en espera de nuevo hogar, percibiendo que su núcleo se reducía buscaban con mayor intensidad a su madre postiza.
Fígaro volvió a los dos días de ser llevado. Esta vez en las manos de la adolescente que había sido su destino. La chica alegó que en su casa habían rechazado al pequeño gatito de un mes por parecer una ratita y que eso le entristecía y no lo podía tener, pues no les había gustado. Al entregar al vivaracho Fígaro que había fracasado en la conquista de su nuevo hogar, vio a uno de los hermanitos de ojos azul celeste que quedaban y preguntó si podía llevarlo, argumentando que ese gatito se gustaría en su casa. Le permitieron llevarlo por necesidad de que fueran adoptados y así quedaron nuevamente dos pequeñitos juguetones en espera de hogar. Fígaro parecía feliz de volver, se mostró carioso y juguetón, ronroneaba sobre el cuello de su segunda madre y perseguía los lazos de sus zapatos. Parecía ganarse en ascenso el cariño que le permitiera quedarse.
Al segundo día de su retorno Fígaro murió. Después de once palpitaciones aceleradas y escupir unos coágulos negros, su corazoncito, que parecía invencible, se paró. La muerte que se podía haber predecido en el negro de la mitad de su cuerpecito llegó inminente. La vida se había manifestado tan intensa y abarcante en sus maullidos y primeros pasitos que parecía haber agotado su turno. Y como la muerte que le sigue a la vida por ser parte de ella, cumplía su ciclo en ese pequeño ser. Fue llorado como un pariente cercano, el dolor que causó su muerte repentina sobrepasaba lo racional. Ya no era una simple mascota, era un miembro más de la familia.
Fígaro había sido llevado como regalo a una adolescente que exhalaba tristeza, con el afán de motivarla. Pero en el alma de esta chica resonaba un eco de un instante cruel olvidado, que sin darse cuenta crecía como un tumor maligno en sus pupilas caídas. Parecía incomodar a una hermana mayor que la atacaba sin motivo y era ignorada por sus padres que creían que darle lo material era darle lo necesario. Vestían su cuerpo, pero su alma desnuda pasaba frío y algo en su interior atentaba contra ella. De su aislamiento y soledad psíquica germinaban actitudes autodestructivas, similares a los ataques de su hermana mayor, o a un ataque primigenio que no moría en el afluente de sus latidos. Pero un momento de felicidad levantó sus ojos; el segundo gatito de ojos celestes fue aceptado con agrado, y ella sintió que una nueva experiencia la invadía de una fuerza diferente. Sus padres fueron cautivados por el nuevo miembro. Participaron de la preparación de su arenero y su comida. Su hermana se mantuvo indiferente. Y unas manos con cicatrices recogieron una porción de la comida, que había sido consumida por Fígaro, mezclada con veneno para ratas.
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