El Emblema de la Ciudad
Mientras paseaba por la bulliciosa avenida Corrientes, mis pasos me llevaron inevitablemente hacia el imponente Obelisco de la ciudad de Buenos Aires. Con cada paso, la magnitud de esta estructura icónica se hacía más evidente, dominando el horizonte con sus 67 metros de altura.
Me detuve frente a sus imponentes columnas y dejé que mi mirada vagara por los detalles de su arquitectura art déco. En ese momento, me invadió una sensación de asombro al pensar en la historia que este monumento había presenciado desde su inauguración en 1936.
Recordé las épocas de esplendor y transformación que vivió la ciudad durante el siglo XX, cuando el Obelisco se erigió para conmemorar el 400 aniversario de la fundación de Buenos Aires. En aquel entonces, era un símbolo de progreso y modernidad, reflejando el espíritu vibrante de una ciudad en constante evolución.
Mientras observaba a los transeúntes que pasaban a su alrededor, me pregunté cuántas historias se habrían entrelazado con la suya a lo largo de los años. Desde manifestaciones políticas hasta celebraciones deportivas, el Obelisco había sido testigo silencioso de los momentos más importantes de la historia argentina.
Me sumergí en mis pensamientos mientras el sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. En ese momento, me sentí profundamente conectado con la rica historia de Buenos Aires, capturada en la imponente presencia del Obelisco.
Y mientras la noche caía sobre la ciudad, dejé atrás el Obelisco con una sensación de gratitud por haber tenido la oportunidad de ser parte de su legado, incluso por un breve instante.
Esas construcciones del siglo pasado son imponentes. Además están hechas con materiales de muy buena calidad, que resisten los embates de la naturaleza sin que nada les pase. Me encantó leerte. Un abrazo.
Gracias por leer y comentar. Un abrazo grande.