La palabra "política" y las ambigüedades y trampas que encierra.
Ingenuamente solemos creer que las palabras son vehículos simbólicos que "nos ayudan" a ver y comprender la realidad, ¡y nada más! Ocurre que no siempre es así. Algunas veces las palabras son tendenciosas. Una de estas palabras es "la política"... Quizá sea por la lucha de poder social que en su tejido interno, lleva consigo. Allí, el escondite tiene una butaca seleccionada...Hay otras, como por ejemplo "inteligencia artificial", tan de moda hoy en día (y que connota la capciosa idea de que no solo el ser humano puede pensar)...
Cuando en el pasado siglo, alguien solía preguntarme sobre algún autor o sobre algún libro que para mí resultara algo así como un hito, un paradigma o una referencia especialísima para mi carrera de profesor de Filosofía del Conocimiento y Teoría Crítica del Lenguaje, no solía vacilar entonces en traer a colación los nombres, por un lado, del ruso Valentín Voloshinov [su obra "El signo ideológico y la filosofía del lenguaje"(1)] y por otro, del estadounidense Benjamín Whorf [su obra "Lenguaje, pensamiento y realidad" (2)] .
Eran los calientes años de finales de los 70 y plenos de los 80, cuando tales preguntas se me formulaban en caliente. Hoy en día debo decir que tal "calentura" académica la sigo viviendo -y con alto gusto-.
Ocurre que los años de producción intelectual más intensos de estos lingüistas fueron los primeros 20 del siglo XX. Como curiosidad, debo anotar que uno y otro trabajaron por sus respectivas cuentas; incluso... ¡bien distantes geográficamente uno de otro!
Establecieron con vehemencia que si se quiere llevar el tema del lenguaje al plano científico, se hace estrictamente necesario entonces tomarle el pulso a la factura ideológica que hace vida en el tejido de éste.
Dejaba claro Voloshinov en la especial referencia que hace de "la factura ideológica", que se trata del poder social; vale decir, del permiso fáctico (y casi siempre, con dosis importantes de abuso) que un sector de la sociedad ejerce sobre otro u otros de cara a imponer sus intereses materiales (económicos, más que todo) e inmateriales (culturales, estéticos, cotidianos...). Voloshinov plantea que en el tejido interno del lenguaje habita un orden de nociones tanto de fondo (dimensión ética) como de forma (dimensión estética) el cual encarna ideología. Así, siguiendo este agudo pensador, el lenguaje no solo es una suerte de materia prima del psiquismo y la emocionalidad, sino que porta en su cuerpo mismo, nociones de poder social las cuales -en algún grado- portan (o pueden portar) sesgos, manipulaciones, injusticias, desigualdades; y probablemente hasta sus contrarios.
Whorf, por su parte, sostenía que en toda estructura lingüística habita una visión del mundo correspondiente a su propia identidad de estructura lingüística; y que resulta diferencial una de otra. Concebía que el usuario de una lengua, ve el mundo no tanto como el mundo es sino como lo ve la lengua que usa, siendo diferente la cosa -¡además!- tanto en lo que respecta a la lengua como en lo que respecta a quien la usa.
Bien. Más acá o más allá de la verosimilitud de lo que plantearon (brillantemente y cada uno por su lado) estos lingüistas, lo cierto del caso a la luz de los días de hoy es que el lenguaje lleva consigo una influencia ideológica la cual no puede dejarse de ver.
Probablemente el uso cotidiano de la palabra "política" resulte uno de los casos más emblemáticos de contrabando ideológico. Ello, por las connotaciones que tan "a gusto del consumidor" lleva consigo tal palabra. Sabemos que la noción de "connotación", a diferencia de la noción de "denotación", lleva consigo claroscuros, inexactitudes, sesgos; pero ocurre que la palabra "política", quizá por portar la idea "de poder social", suele tornarse tan acomodaticia (tan militante de lo connotativo), que lo que provoca es llamar por vía de emergencia, a fuerzas que pongan en su sitio las circunstancias objetivas y subjetivas que la usan.
Hay quienes usan el significante "política" a manera ingenuamente romántica. Suelen bobamente decir cosas como... "Es que la política es bien común; es servir al prójimo... ¡Ése es el sentido de la política...!".
Hay quienes, ubicándose en la acera frontal, suelen decir (parafraseando mil autores indefinidos) que "la política la inventó el diablo"...
Hay quienes connotan la palabra política con negociación, acuerdo, plática de conciliación. Con asiduidad, los usuarios de este significante bajo esta connotación, suelen transitar por gestos de arrogancia, de tener "toda la razón"...
Hay quienes usan el significante que nos invita en este post, preponderando la idea de que lo que define el asunto es "lo yuxtapuesto", "lo postizo". "María no es naturalmente mi tía; ella es tan solo una tía política".
Hay quienes haciendo uso de este significante, hacen -a su vez- hipérbole en lo letal, en lo mortal, en lo fatal, en "lo malo". Así, "hacer política, es hacer trampa, es hacer corrupción, en negociar lo sucio (en lo familiar, en lo vecinal, en lo partidista, en lo empresarial, en lo eclesiástico, fin...)".
Así como aquí nos hemos ocupado, usando la expresión típicamente mexicana, "un tantito", del significante "política", nos quedan en el tintero una pléyade de otras palabras que nos piden a gritos análisis y crítica. Sí. Nos exigen, siguiendo a Voloshinov, a Whorf y otros tantos agudos estudiosos de la unidad pensamiento/lenguaje/realidad, que nos ocupemos en plan de respirar aire fresco.
Hay otros contenidos linguales que demandan a gritos, análisis y valoración lingUísticas, como por ejemplo "inteligencia artificial", tan de moda hoy en día (y que connota la capciosa idea de que no solo el ser humano puede pensar).
Quizá en posteriores artículos, nos ocupemos de ello...
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