The Cousins Gathering We Will Never Forget!

(Versión en Español)

Compartí en mis dos publicaciones anteriores que me quedé en casa de mi abuela por primera vez sin mi madre. Fue una experiencia muy reconfortante y refrescante. Estar rodeada de mis primos me hizo sentir como si estuviera en las nubes. Estaba libre de todo tipo de estrés, simplemente relajada, feliz y disfrutando de verdad.

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Después de regresar a casa desde lo de mi abuela, una de mis primas (hija de mi uncle) me escribió diciendo que estaban planeando una pijamada en casa de nuestra khala y que quería que yo también fuera. Le dije: "Vamos a ver", pero no se detuvo ahí. Me seguía escribiendo todos los días, recordándome el plan y preguntando si iría el mismo día o después, emocionadísima con todo.

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Después de varios días y mensajes de ida y vuelta, por fin se decidió: ellos irían el sábado y yo me uniría el domingo después de mi clase. Como estaba planeado, después de clase mi papá dejó a mi hermana y a mí en casa de mi khala.

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Cuando llegamos, al principio me sentí un poco perdida, sin saber qué hacer o cómo acomodarme. Pero no me tomó mucho tiempo. En poco rato, la energía alegre de mis primos me hizo sentir cómoda. Después de que mi papá se fue, pregunté si ya habían rezado el Isha. Como ya era un poco tarde, todos ya lo habían rezado. Entonces recé Isha y luego cené.

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Después de la cena, todos subimos a la azotea. Jugamos, bromeamos y reímos tan fuerte que nos dolían las mejillas y el estómago. La alegría de esos momentos no tenía precio. Se sentía como si fuéramos niños de nuevo, sin preocuparnos por nada en el mundo.

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Esa noche pasó viendo películas juntos. Y no solo viendo: ¡estábamos completamente metidos! Pausábamos escenas para comentar, elogiábamos a los actores, debatíamos sobre la trama y nos reíamos de las partes graciosas. Ver películas con los primos es otra cosa.

Luego llegó el lunes. Un día hermoso y animado. Pasamos todo el día jugando todo tipo de juegos, corriendo y disfrutando cada segundo juntos. Por la tarde pasó algo inesperado: comenzó a llover. Y como cualquiera que viva en Karachi sabe, la lluvia es una bendición rara. En cuanto cayeron las primeras gotas, todos corrimos a la azotea, riendo y gritando como niños. Disfrutamos la lluvia e hicimos recuerdos que quedarán para siempre.

Después de la lluvia, comimos los favoritos de todos: golgappay. Los sabores picantes y ácidos completaron el día perfecto.

Esa noche cantamos nuestras canciones favoritas. Ya se había convertido en nuestra pequeña tradición: ninguna reunión estaba completa sin cantar juntos. Estábamos despreocupados, llenos de energía y viviendo el momento.

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A medianoche decidimos hacer macarrones. Al principio hubo todo un debate; algunos primos solo querían comer sin cocinar. Pero una de mis primas y yo decidimos hacer pasta con salsa blanca. Hervimos los macarrones e hicimos la salsa, pero no fue suficiente, así que le añadimos solo la mitad de la pasta.

Entonces se me ocurrió una idea. Quería hacer macarrones con salsa roja clásica. Mi prima no estaba de acuerdo, pensaba que no saldría bien. Pero igual los hice y ¿adivina qué? ¡A todos les gustaron más los de salsa roja! No pude evitar molestarla: "¿Ves? Me dijiste que no los hiciera, ¡y ahora todos los prefieren!" Me sentía en las nubes.

Después de comer, decidimos ver una película de terror. Al terminar, tres de mis primos y yo planeamos rezar el Fajr en la azotea. Estaba muy oscuro y se sentía como una mini aventura. Al principio estábamos confiados y subimos sin miedo. Rezamos tranquilamente, pero la verdadera diversión empezó después.

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Comenzamos a hablar de fantasmas, historias de miedo y cosas espeluznantes. Una prima se asustó tanto que dijo que su corazón había dejado de latir. Mientras algunos de nosotros estábamos tranquilos, el miedo real apareció cuando tuvimos que bajar las escaleras. Nadie quería ir primero, ni ser el último. ¡Todos querían estar en el medio! Finalmente, una prima tomó la delantera y los demás la seguimos pegados detrás, bajando las escaleras corriendo como si fuera una carrera. No podíamos parar de reír cuando llegamos abajo sanos y salvos.

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Luego vino el martes. El día en que originalmente debía volver a casa. Pero mis primos no querían dejarme ir. Llamaron a mi madre y le pidieron un día más. Por suerte, aceptó.

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Ese día extra fue incluso mejor. Jugamos más, corrimos por la casa, cantamos a todo pulmón y reímos hasta quedarnos sin aliento. Realmente se sintió como revivir los días dorados de la infancia, esos momentos alegres y sin preocupaciones que todos secretamente extrañamos.

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Esa noche comimos gola ganda: frío, colorido e increíblemente sabroso. Tenía un sabor único que nunca había probado y a todos nos encantó.

También hicimos palomitas y vimos más películas, pero esa noche tenía tanto sueño que me dormí más temprano de lo normal, mientras los demás seguían viendo.

Luego llegó el miércoles. El día de la despedida. Fue un poco triste. Pasamos la mañana haciendo videos, tomando fotos y capturando cada pequeño recuerdo. Cuando llegó la tarde, nos abrazamos y nos despedimos, ya echando de menos toda la diversión que habíamos tenido.

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Fue realmente un tiempo precioso con mis primos, lleno de risas, unión y recuerdos inolvidables. Jugamos juntos, rezamos juntos y creamos momentos que vivirán en nuestros corazones para siempre. Estos pocos días me recordaron que, no importa cuántos años tengamos, la alegría de estar con los primos y vivir el momento nunca desaparece.

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(English Version)

I shared in my last two posts that I stayed over at my grandmother's house for the very first time without my mother. It was such a wholesome and refreshing experience. With my cousins around, it honestly felt like I was over the moon. I was free from all kinds of stress, just relaxed, happy and truly enjoying myself.

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After returning home from my grandmother's house, one of my cousin (mamoo's daughter) texted me saying they were planning a stayover at our khalas house and she wanted me to join them too. I told her "Let's see" but she didn't stop there. She kept texting me daily, reminding me of the plan and asking whether I would join on the same day or later and hyping it up with excitement.

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After a few days of back-and-forth, it was finally decided, they would go on Saturday and I would join them on Sunday after my class. As planned, after class, my father dropped me and my sister at my khalas house.

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When we reached, I felt a little lost at first, not sure what to do or how to settle in. But it didn't take long. Within no time, the lively energy of my cousins made me feel comfortable. After my father left, I asked everyone if they had prayed Isha. Since it was a bit late, everyone already had. I prayed Isha and then had dinner.

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After dinner, we all headed to the rooftop. We played games, cracked jokes and laughed so loudly that our cheeks and stomachs hurt. The joy in those moments was priceless. It felt like we were children again without caring the world.

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That night passed with watching movies together. And not just watching, we were fully into it. We paused scenes to talk, complimented actors, debated over plots and laughed at the funny parts. Watching movies with cousins is a whole different vibe.

Then came Monday. A beautiful lively day. We spent the whole day playing all sorts of games, running around and enjoying every second together. In the afternoon something unexpected happened, it started to rain. And as anyone from Karachi knows, rain is a rare blessing. The moment the first drops fell, we all raced to the rooftop, giggling and screaming like little kids. We enjoyed in the rain and made memories that will stay with us forever.

After the rain, we had everyone's favorite: golgappay. The spicy and tangy flavors added to the already perfect day.

Later that night, we vibed to songs. It had become our little tradition, no meetup was complete without singing along to the songs. We were carefree, full of energy and living in the moment.

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Around midnight we decided to make macaroni. At first there was a whole debate, some cousins just wanted to eat without doing anything . So one of my cousins and I decided to make white sauce pasta. We boiled the macaroni and made the sauce but it wasn't enough. So we added half the macaroni to the sauce.

Then I got an idea. I wanted to make classic red macaroni too. My cousin disagreed, thinking it might not turn out good. But I went ahead and made it anyway and guess what? Everyone loved the red macaroni even more! I couldn't help teasing her: "See? You told me not to make it but look who's winning now!" I was literally flying in sky.

After the late-night meal, we decided to watch a horror movie. Once it ended, me and three cousins planned to pray Fajr on the rooftop. It was really dark and felt like a mini adventure. At first, we were confident and walked up without fear. We prayed peacefully but the real fun began after the prayer.

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We started talking about ghosts, horror stories and creepy moments. One cousin got so scared that she was like her heart had stopped beating! While some of us stayed calm, the fear really kicked in when it was time to go back downstairs. No one wanted to be the first or the last. Everyone wanted to be in the middle! Eventually, one cousin led the way and the rest of us followed closely behind, running down the stairs like it was a race. We couldn't stop laughing after we reached the bottom safely.

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Then came Tuesday. The day I was originally supposed to return home. But my cousins were not ready to let me go. They called my mother and requested one more day and thankfully, she agreed.

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That extra day turned out to be even better! We played more games, ran around the house, sang loudly, and laughed until we were breathless. It truly felt like we were reliving the golden days of our childhood—those carefree, joy-filled moments we all secretly miss.

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That night we had gola ganda, cold, colorful and incredibly tasty. It had a unique flavor I hadn't tried before and we all loved it.

We also made popcorn and watched more movies but I was too sleepy that night and dozed off earlier than usual while everyone else continued watching.

Then came Wednesday. The goodbye day. It was a bit emotional. We spent the morning making videos, taking pictures and capturing every little memory we could. When evening arrived, we hugged each other and said our goodbyes, already missing the fun we had.

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It was truly a precious time with my cousins filled with laughter, bonding, and unforgettable memories. We played together, we prayed together and we created moments that will live in our hearts forever. These few days reminded me that no matter how old we get, the joy of being with cousins and living in the moment never fades.