Holisss, se que como siempre estaba perdida, pero la verdad estos días han sido de corre corre (y lo que viene) pero también de mucha diversión, así que les cuento un poco✨️

_{Portada de mi autoría creada con PicsArt}

Después de tanto esperar, por fin llegaron los actos protocolares de graduación de mi novio. Y no fue solo una ceremonia, fue una montaña rusa emocional que empezó con lágrimas de orgullo y terminó con risas a las 8 de la mañana del día siguiente. Literalmente.

La semana comenzó con la misa de acción de gracias. Fue un momento íntimo, lleno de simbolismo. Verlo ahí, con su toga, rodeado de sus compañeros, con esa mezcla de nervios y emoción en la mirada… me hizo sentir una ternura inmensa. Yo estaba sentada, observando, y solo pensaba: “Este hombre se ha fajado tanto, ha pasado por tanto, y hoy está aquí, cerrando un ciclo gigante.” Me sentí tan orgullosa que casi me olvido de tomar fotos. Casi.

Después vino la caravana 🎉. ¡Qué locura tan linda! Todos los graduandos en sus carros decorados, bocinas sonando, música a todo volumen, y nosotros gritando como si estuviéramos en un desfile de carnaval. Fue pura adrenalina. La gente en la calle saludaba, aplaudía, algunos hasta se unieron al recorrido. Yo iba en el asiento de copiloto, con la cámara en mano y el corazón latiendo fuerte. Fue uno de esos momentos que te hacen sentir parte de algo grande.

Y luego… la fiesta. Ay, la fiesta. No sé ni por dónde empezar. Desde que llegamos, el ambiente era pura alegría. Todos estaban radiantes, con sus mejores galas, listos para celebrar como se debe. Bailamos, reímos, comimos, brindamos, y volvimos a bailar. Hubo momentos épicos: desde coreografías improvisadas hasta abrazos colectivos que parecían salidos de una película. La música no paró en toda la noche, y nosotros tampoco.

La verdad es que fue tan divertida que llegamos a casa a las 8 de la mañana del día siguiente. Con los zapatos en la mano, el maquillaje corrido, y una sonrisa que no se nos quitaba ni con el cansancio. Fue una noche mágica, de esas que se quedan grabadas en la memoria para siempre.

Y yo… estoy feliz. Feliz y profundamente orgullosa. Orgullosa de él, de su esfuerzo, de su constancia, de cómo nunca se rindió. Orgullosa de haber estado a su lado en cada etapa, desde los días de estudio eterno hasta los momentos de duda. Hoy lo veo brillar, y siento que también brilla una parte de mí. Porque acompañar a alguien en su proceso también es crecer, también es aprender, también es celebrar.

Saludos y bendiciones para todos💗💗💗

Todas las imágenes de éste post son de mi autoría y de mi galería personal