Aquella vez pasé un día de intenso trabajo, porque pasé largas horas filmando para un canal de TV. Sudé a chorros y hasta aguanté una sed terrible; sin embargo, al final del día decidí invitar al cine a las hermanas Chanché. Recuerdo que las dos se comieron como 4 potes de cotufas y, por culpa del aire acondicionado, casi que me congelo en ese lugar. Pero disimulé estar feliz y traté de ser amable con ellas.

Era un par de chicas bellas. Bueno, al menos así me parecían. Mi mamá se burlaba de ellas, dizque porque una era virola y la otra tenía los dientes como los de una piraña. Pero, a fin de cuentas, cada quien tiene sus gusticos y eso hay que respetarlo.

Pero mi gran dilema era: ¿con cuál de las dos me tiraría yo al mar del amor? De verdad que se me presentó ese problema. Y yo pensaba: “Si yo fuera un musulmán, yo no tendría ningún inconveniente para ir a pedir la mano de las dos. Mientras tanto voy a esperar un tiempito para ver con cuál de las dos me quedo”.

Lo que sí noté de las tipas es que eran jartonas. Comían más que una lima nueva. Esa misma noche, después de que se comieron una montaña de cotufas con un litro de coca cola, les pregunté que si querían comer pizza y me dijeron que sí con una sonrisa de oreja a oreja. Y encima de la pizza también se zamparon en el buche una ensalada de frutas como postre.

Unos meses después, decidí pedirle matrimonio a la virola. Lo hice una noche cuando le llevé un ramo de flores y una serenata con un cantante de vallenato que contraté en la plaza Bolívar.

Sin embargo, yo terminé casándome con la dientona, debido a que hubo un día en que esta llegó a mi casa vestida demasiado sexy, me brindó de una bebida extraña que traía consigo y abusó de mí. No me quedaba de otra, porque después de ese momento, justo a los 9 meses, la chica dio a luz un lindo pollito igualito a su papá.

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_{Imagen seleccionada para el relato}

_{Invitación: @marianri, @alanasteemit, @blessedlife}