Así que chicos, como les prometí que compartiría las fotos de esas tarjetas y regalos con ustedes, aquí estoy… cumpliendo mi promesa.
En realidad, recibí estas fotos el mismo día. Mi amiga me las envió justo después, pero simplemente no pude encontrar el momento para sentarme a escribir sobre ellas.

La vida se puso ocupada y los días pasaron volando. Pero hoy finalmente me hice un pequeño espacio para mí, y aquí estoy, lista para compartir algo muy cercano a mi corazón.

Cuando le di el regalo, se sintió como una de esas escenas que uno repite en su mente durante días. Ella lo abrió despacio. Lo primero que vio fue el collar… la delicada cadena plateada con la letra “M” colgando de él. Sonrió de esa manera que te dice que está realmente feliz, no solo siendo cortés.

Pero luego notó la pila de tarjetas hechas a mano, cada una llena de garabatos, colores y palabras que salían directamente de mi corazón. Fue entonces cuando sus ojos realmente se iluminaron.

Las tomó una por una, leyéndolas todas. Algunas tarjetas la hicieron reír… otras la hicieron detenerse y sonreír en silencio. Fue exactamente la reacción que esperaba.

Esas tarjetas no eran simplemente manualidades al azar; eran una pequeña colección de nuestra amistad en forma de papel. Dibujé fantasmitas graciosos con frases cursis, un osito de peluche con un corazón, pequeñas flores, una cámara e incluso una taza de café, porque el café y las largas charlas siempre han sido “lo nuestro”.

Cada palabra que escribí era un recordatorio de algo que habíamos compartido: una broma, un recuerdo o una promesa.

Y por supuesto, no pude resistirme a añadir chocolates. Metí dos barras de caramelo y algunos dulces pequeños para hacer el regalo un poquito más dulce…
En cuanto los vio, le dije que uno era mío, jeje.

Sentada allí, viendo cómo abría y leía todo, me di cuenta de algo importante: los regalos no tienen que ser caros para ser especiales. A veces, las cosas más significativas son las que haces con tus propias manos, poniendo tu tiempo, esfuerzo y sentimientos. Es el toque personal, el pensamiento y la intención lo que realmente cuenta.

Después de que terminó de ver todo, nos quedamos sentadas hablando. Reímos sobre viejos tiempos, nos pusimos al día con todo lo que nos habíamos perdido y planeamos el futuro. La habitación estaba llena de esa comodidad familiar que solo sientes con alguien que te ha acompañado en cada etapa de tu vida.