Holiii, como van?
Hoy quiero contarles cómo fue uno de esos días donde la vida te saca de la rutina, te empuja un poquito... y aún así terminas con una sonrisa en el corazón. Un día de trámites, cansancio, risas, y momentos sencillos pero significativos.

Me desperté súper temprano, medio dormida, medio motivada. No tenía mucho tiempo, así que corrí 30 minuticos solo para sentir que había hecho algo por mí.

Llegué, me bañé, me organicé, me maquillé —ustedes saben— y esperé a mi mamá. Teníamos que ir al hospital

porque como algunos saben, tengo escoliosis dorsolumbar izquierda. Es un tema personal, pero que también me gustaría compartir más a fondo con ustedes más adelante, porque siento que puede ayudar a alguien, o al menos, que entiendan esto que me pasa.

En el hospital fue todo bastante rápido, para sorpresa mía. Pasamos por urgencias, conseguimos la orden, agendamos la cita con el traumatólogo para el 22 de este mes y me dieron el récipe para hacerme los rayos X. Uno hace tanto esfuerzo por avanzar en su salud, y a veces solo con que te atiendan sin complicaciones, ya agradeces el día.

Después de eso fuimos al centro a hacer unas compras para la casa. Entre caminar, el calor y las vueltas, llegué a casa molida. Me bañé otra vez, con esa sensación de “¿será que de verdad voy a salir más tarde?”. Pero sí quería. Quería ver a mis amigos. Así que me sacudí el cansancio, me arreglé de nuevo, le avisé a Leo cómo íbamos, y nuestros amigos pasaron a recogernos. Casiii se me olvidaaa , este fue mi outfit

Llegamos al Club Dítalo, ese lugar que siempre me da como una paz extraña. Había clases de natación cuando llegamos, pero eso no nos detuvo. Siempre hay un espacio habilitado para nosotros, así que nos cambiamos mis amigas y yo ( fue demasiado gracioso) ,

Nos metimos a la piscina, nos relajamos, tomamos fotos, comimos algunas cositas ricas. Era de esos momentos donde todo fluye. No fue nada extraordinario, pero lo compartido lo volvió especial.

Más tarde, cuando ya eran casi las 8, decidimos ir a comer. Y aquí les confieso algo sin filtro: estaba molesta. Tenía mucha hambre, y sentía que todo el mundo se tomaba su tiempo. No sé si era que el lugar se tardó más de lo normal o que simplemente mi barriga estaba en huelga, pero ya yo estaba de mal humor.

Aun así, comí (¡al fin!) y mi cuerpo se reconcilió conmigo. Volvimos a casa, mis amigos se quedaron un ratico más, conversamos, reímos bajito… y después de un día tan largo, me rendí al sueño.

Dormí profundo.
Mi cuerpo estaba cansado, pero mi alma se sentía acompañada.

Gracias por estar aquí, por leerme, por ser parte de este espacio tan nuestro. No siempre tenemos días perfectos, pero sí podemos encontrar magia en lo simple. En ver a los que queremos. En reír aunque duela la espalda. En respirar profundo y decir: hoy también lo logré.

Con amor,
Lena 🌿