El devorador de pecados. Historia

Llegue hace muchos años a este mundo con un don...

…uno que consideran divino, yo lo veo como una carga. Dios me dio el don de devorar pecados.

Suena a locura pero es así, devoro los pecados de las personas que están arrepentidas y limpio su conciencia para que sus almas se mantengan limpias. Creía que era un gran don, un enorme sacrificio que descansaba sobre mis hombros para que otros pudieran limpiar su conciencia, arrepentirse de sus errores y poder gozar de los regalos de una existencia dichosa en el paraíso.

Sin embargo, la vida es aun mas complicada que eso.

De joven recuerdo que podía obrar milagros, aligeraba o detenía las tormentas, controlaba al viento, hacia salir al sol de entre las nubes, lo que me dio una enorme fama de sanador y creador de milagros, para mi era como jugar con amigos invisibles, pero me di cuenta que mi verdadero don era manifestar bajo mi libre albedrio la voluntad del padre.

Muchas personas venían a mi en busca de sanación, a veces comprometía hasta mi energía personal, pues creía que todos eran dignos de misericordia, todos tenían derecho a ser sanados, a ser salvados. A veces quedaba tan agotado por aquellas sanaciones que dormía por días enteros.

Pero sanar no me daba de comer, debía trabajar. Eso hizo que me cansara mas y comencé a envejecer prematuramente, aun no tenia 30 cuando mi cabello ya tenia una tonalidad grisácea, sin embargo sacaba fuerzas para continuar, era hacer el trabajo de Dios en la tierra, hasta que alguien en un momento me convenció de cobrar por esos servicios de sanación.

Solo le cobraba a quien podía pagarme, pero eso trajo una faceta de la vida a mi camino que hasta entonces no había visto. Comencé a recibir muchas mas personas desde que comencé a cobrar por hacer lo que venia haciendo por simple gusto, personas de todas las clases sociales me buscaban, sobre todo personas a punto de morir, que buscaban erradicar sus pecados.

Parte de devorar los pecados de la gente consistía en verlos, era como una película mental que divisaba antes de cargar con las culpas de otros. Antes solo veía cosas comunes, arrebatos simples de ira, tratos crueles, dolor y venían acompañado de mucho arrepentimiento, después veía depravaciones, excesos, una crueldad muy superior a la que había visto y el arrepentimiento era inexistente, solo había miedo.

Miedo a asumir la consecuencia de todo aquello que hiciste en vida, miedo a ir al infierno.

Había pecados con los que no estaba dispuesto a cargar, sin embargo las personas me exigían cargar con ellos porque me pagaban. ¿Valdría la pena cargar con culpas de tan horrendos pecados, solo porque te están dando dinero? No creí que fuese lo correcto, no es justo que la corrupción de los hombres llegue al reino de Dios, así que no estaba dispuesto a pagar ese precio.

Al final, unos charlatanes con menos escrúpulos, imágenes de religiones populistas tomaron el dinero y dijeron haberles perdonado sus pecados, sin embargo mi conexión con el creador me permitían ver la verdad, de nada sirvió el pago dado y sus almas fueron a donde debían ir. Sin un verdadero arrepentimiento, las almas solo manifiestan en el mas allá el infierno que llevan por dentro.

Después de ello fui a una montaña y colocando mis manos en la tierra le devolví su poder al creador para intentar llevar una vida común, pero aquí entre nosotros, nuestro padre universal jamás te da un regalo para quitártelo. Respeto mi decisión de mantenerme al margen de devorar pecados, pero a veces, algunas veces, coloca en mi camino a personas verdaderamente arrepentidas, permitiéndome hacer lo que de verdad la da sentido a mi vida.

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El problema con el mundo es que a las personas les gusta vivir sin consecuencias, pero lamentablemente todo lo que hacemos tiene consecuencias, nos gusten o no...