No soy fumadora, de hecho, nunca me gustó fumar; siempre evito ese olor y el humo. Desde que tengo uso de razón, mi madre siempre fumaba, y la mayoría de mis tíos. En una oportunidad, cuando estaba estudiando en el liceo, me ofrecieron un cigarro. Lo tomé, le di un sorbo y ya. Nunca más volví a tomar un cigarro, no le vi nada interesante a estar jalando humo y luego sacarlo por la boca. La verdad, nunca he fumado desde ese momento.

Creo que mi familia adoptó el mal hábito de fumar por costumbre de sus ancestros. Mi abuela decía que sus abuelos fumaban siempre, y ella también adquirió el vicio, igual que mi mamá.
Mis hermanas y yo nunca fumamos. Mi madre, aunque lo hacía, siempre nos advertía de no hacerlo y no adquirimos el vicio.
Además, todos somos cristianos Testigos de Jehová y obedecemos los principios bíblicos sobre no contaminar nuestro cuerpo.

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