caos tranquilo y arte

En el caos tranquilo de mi rutina diaria encuentro una paz extraña—como hundirme en una silla de cuero gastada después de un día largo, esa que susurra: “Estás vivo, y eso basta.” Me siento en mi escritorio abarrotado, con el bolígrafo digital en mano, los dedos bailando en la pantalla, llenando de colores un universo que solo es mío, una pequeña rebelión contra el desorden afuera de estas cuatro paredes.

Mientras creo mi arte para Steemit, el mundo afuera se difumina—las noticias de criptomonedas parpadean como letreros de neón en una ciudad lluviosa, cada titular un destello de esperanza o desesperación que paso de largo con un simple movimiento del pulgar. La música o un podcast laten en el fondo, un ritmo constante que ahoga las preocupaciones y los plazos, llenando el espacio entre mis pensamientos con melodía e historias. Es en esta multitarea, en esta sinfonía caótica de creación e información, donde encuentro una calma extraña—una escapatoria que se siente como un baño caliente después de un día frío y duro. Mi mente salta entre pinceladas y tendencias del mercado, entre un verso melódico y el siguiente pensamiento, y de alguna forma, todo encaja perfectamente. Sin estrés, sin prisa, solo el flujo constante de mi conciencia—un acuerdo tácito conmigo mismo de que hoy, soy suficiente en este momento.

El caos del mundo sigue afuera, pero adentro, permanezco quieto, una pequeña isla de calma en medio de la tormenta, donde la única tarea es estar presente con mi arte, mi información, mi música. No se trata de perfección ni dominio, sino de la alegría tranquila de hacer, de existir sin la carga de expectativas aplastando. El ruido de las pantallas, el murmullo del podcast, el torbellino de colores—son mis compañeros, mi refugio, un recordatorio de que a veces, la paz no se encuentra en el silencio, sino en el acto caótico y hermoso de hacer malabares con todo, sintiéndome firme en la simple acción de estar vivo, crear, escuchar, absorber.