Encontrando mi Cable a tierra
Buen día para todos . Espero que estén muy bien.
Hoy quiero hablarles de algo que para mí se volvió casi una necesidad: encontrar mi cable a tierra. Esa expresión que muchos usamos sin pensar demasiado, pero que en realidad encierra algo profundo. Es ese momento en el que uno siente que debe frenar, respirar y volver a conectar con lo esencial. Porque si no lo hacemos, la vida —tan acelerada y exigente— termina pasándonos por encima sin que nos demos cuenta.
Vivimos en un mundo donde todo se mide en velocidad. Hay que llegar antes, responder ya, producir más, no detenerse nunca. Y si, como yo, vivís en una ciudad tan intensa como Buenos Aires, el ritmo parece multiplicarse por diez. Entre bocinazos, luces, gente apurada y el reloj marcando la rutina, uno empieza a olvidar lo que significa simplemente estar.
Por eso aprendí a darme ese permiso: parar. A veces alcanza con un día, una tarde o incluso unas horas. Me gusta encontrar un rincón de pasto verde, tirarme boca arriba y dejar que el sol me acaricie la cara. Cierro los ojos, escucho el viento y siento que el mundo se calma un poco. Es increíble cómo algo tan simple puede recargar tanto.
Pero hay otro momento que me llena todavía más: cuando estoy con mi caña y mi bote, en cualquier río o laguna, rodeado solo de agua y silencio. No importa si pesco o no; lo importante es esa paz que se respira, esa sensación de que el tiempo se detiene. Ahí todo se ordena, las preocupaciones se alejan y lo único que existe es el presente.
Eso, para mí, es el verdadero cable a tierra: reconectarme conmigo mismo, con la naturaleza y con la vida real, la que corre sin apuro.
Texto y fotografías de mi propiedad.


