Un día que se graba en el corazón

La vida tiene esa manera peculiar de regalarnos momentos que, aunque sencillos, se convierten en recuerdos imborrables. Era uno de esos días que nacen del alma, como una brisa suave que llega sin previo aviso. Cuando llegué al lugar, ya se podía sentir en el aire algo especial. No era solo el aroma del asado, ni el crujir del fuego que apenas comenzaba a despertar; era esa sensación indescriptible de estar en el lugar correcto, con las personas correctas.

Al cruzar la tranquera de madera, un cartel sencillo pero lleno de significado me dio la bienvenida: "Asado y amigos, siempre bienvenidos". Algo en esas palabras resonó profundo, como si toda la esencia de la amistad estuviera condensada allí, en esas letras gastadas por el tiempo. En ese momento, supe que este día quedaría marcado para siempre.

El humo comenzó a danzar en el aire, una coreografía natural que acompañaba las risas lejanas de quienes ya se encontraban alrededor de la parrilla. Los costillares, ya dorándose a fuego lento, se ofrecían como un festín visual, casi tan tentadores como los abrazos y saludos que me esperaban. El calor del fuego era el primero en recibirte, pero pronto llegaban las manos extendidas de mis amigos, quienes, como si el tiempo no hubiera pasado, compartían sus historias y bromas como si todo fuera igual que siempre.

El ritual del asado comenzó sin prisa, como debe ser. Un brindis, un pedazo de carne recién asada, una sonrisa que dice más que mil palabras. Cada gesto se volvía parte de una sinfonía que había sido compuesta durante años, donde lo importante no era el tiempo que había pasado, sino el momento que estábamos compartiendo. "Por nosotros, por siempre estar", dijo uno de ellos, y esa frase encapsuló lo que sentíamos. Nada más hacía falta.

Ese día, el Día del Amigo, no fue solo un almuerzo. Fue un regreso al hogar, a lo esencial, a la conexión profunda que solo los verdaderos amigos saben ofrecer. Fue un encuentro con lo que somos: un fuego que no se apaga, una amistad que no se olvida, un asado que nunca se acaba. Y sí, como decía el cartel: "siempre bienvenidos". Porque cuando hay amigos, asado y fuego, todo lo demás sobra.

Texto y fotografías son de mi autora. Espero que les haya gustado.