En los últimos días, he estado algo inestable en la plataforma. El motivo ha sido problemas familiares. Precisamente relacionados con la dignidad, esta palabra cuyo significado es:

Cualidad de ser valioso como persona. Se basa en el respeto que tenemos hacia nosotros mismos y hacia los demás.

De acuerdo con lo anterior, me arriesgo a decir que la dignidad y la autoestima son hermanas gemelas.

Una persona que reconozca el valor que tiene como ser humano, como mujer u hombre, como profesional, como ama de casa... siempre valorará y respetará a los demás. Sin embargo, la valoración propia y la ajena pasan por un tamiz, que se llama EDUCACIÓN. Y no me refiero a la educación que se ofrece en una institución educativa, sino a la que se imparte en el hogar que, para mí, es la más valiosa de todas. No en vano, Augusto Comte dijo la frase:

La familia es la célula básica de la sociedad.

Por ello, cuando en los hogares no se promueven el respeto hacia la identidad del ser, hacia la tolerancia y hacia las normas de convivencia... las sociedades tienden a ser "basureros humanos" donde abunda la miseria.

Siempre recuerdo el mito de la Caverna de Platón, en el que él explica la existencia de dos mundos: el sensible (dominado por el instinto y los sentidos) y el inteligible (dominado por la racionalidad).

Existen muchas personas que tienen incontables títulos colgados en las paredes de sus casas. Pero no suelen actuar de manera racional. Y, viceversa, hay personas que nunca han estudiado, y son decentes, respetuosos y dignos.

Dicho lo anterior, ahora les voy a contar un problema que tuvo mi sobrino con su pareja:

Hace quince días, la mujer de mi sobrino, quien vivió con él 18 años, le dijo que ella no quería continuar con la relación, pues ya no lo quería.

Mi sobrino aceptó la decisión de ella; y a mí me pareció que estaban manejando la ruptura de manera apropiada. Es decir, con respeto hacia los hijos, el hogar y la pareja.

Sin embargo, ayer mi sobrino recibió una notificación de la oficina de derecho de la mujer, porque su pareja lo estaba denunciando.

Confieso que en principio me asusté, pensando que mi sobrino había cometido el error de maltratar verbal, física o emocionalmente a la madre de sus hijos. Inmediatamente lo llamé y le pregunté: ¿Qué había pasado?

El me contó que su exmujer ya tenía otra pareja, y que cuando él iba a trabajar, ella lo metía en su casa. Él desconocía eso, y fueron sus hijas, quienes lo pusieron al tanto de lo que venía sucediendo.

A propósito de esta situación, mi sobrino habló con ella y le pidió que, por favor, no llevara a ese señor a la casa, ya que allí están dos jovencitas: una de 16 años y una de 13.

La respuesta de ella fue que ella necesitaba vivir su vida; y que como él NO se había ido de la casa, ahora que viera la "infidelidad de frente".

Mi sobrino le dijo que él no se iba a ir de la casa, porque en realidad no tenía para dónde irse, y que esa casa era de los dos.

Ella pensó que como las leyes de Venezuela favorecen, gracias a Dios, a las mujeres; ella podría hacerlo llamar a la oficina de "Derechos de la mujer" para que lo obligaran a salirse de la casa. Sin embargo, ella no midió ni sus acciones ni las consecuencias de las mismas.

_{En la oficina de Derechos a la mujer}