Capítulo 1. Cuando Mathew al fin pudo quedarse dormido.
Ya era muy de noche cuando Mathew seguía en aquel corral habitado solo por Jack el caballo, los grillos que daban su habitual concierto y las luciérnagas quienes iluminaban como cual cielo estrellado bajo el techo.
Mathew no podía dormir aquella noche, lo impregnaba la melancolía, que no era mal justificada puesto que ese mismo día de 1890 el buen joven había perdido a su padre; lo único que le quedaba de él era recordar aquellos días de oficio en el granero, cuando mataban el exceso de esfuerzo con un buen juego de canicas en la que se apostaban un sombrero de copa negro. Sí, aquellos tiempos si eran dignos de llamar una buena niñez.
Solo pudo sacarlo de sus pensamientos aquel ruido lejano pero cada vez más intenso y sin embargo suave que parecía provenir del norte. Como un alfiler que es pinchado en el almohadón, Mathew se levantó, tomó su velón y asomó el rostro fuera de la puerta del granero. Ya no sólo era un ruido lo que escuchaba, sino que ahora también veía una pequeña luz que caía del cielo lentamente. Incrédulo, pestaño al menos seis veces y sin embargo no despertó del sueño en el que creía que estaba. La pequeña luz del cielo cayó justo entre los árboles del bosque cercano al granero.
Mathew vaciló un poco antes de mover sus pies rumbo al bosque. ¿A caso seguía dormido? Tal vez entre tanta melancolía y tranquilidad acogedora en el granero se había quedado dormido ¡sin darse cuenta! Pero aún si fuera un sueño, ¿qué significaba este sueño? ¿Por qué soñaba con luces que caían del cielo?, si en ese momento su madre estuviera husmeando sus sueños seguramente lo despertaría con un buen escobazo para que mantuviera la compostura (Ya Mathew se había ganado mala posición con su madre por inventar historias extraordinarias que nadie creía posible en el mundo).
El bosque de noche era mucho más aterrador de lo que era a la luz del día. Se podían oír sonidos indistinguibles de insectos, animales o solo crujidos de ramas u hojas. A pesar de todo eso, Mathew no tenía miedo, de hecho, lo embargó la curiosidad.
Ya había pasado por lo menos veinte minutos caminando desde que entró al bosque sin ver si quiera el asomo de algún rayo de luz cuando de pronto apareció como un abrir y cerrar de ojos una luz cegadora. De lo repentino que fue se le resbaló de los dedos el velón que con tanta precaución evito que la brisa se lo arrebatara y cayó al suelo.
Ahora si había quedado el bosque completamente oscuro, no podía distinguir ni el cielo, que estaba cubierto por las nubes. La curiosidad se transformó en angustia, sentía el cuerpo pesado, como si fuera incapaz de mover un músculo, como si su vida estuviera justo al frente de algún animal que espera al mínimo movimiento para atacar. De pronto su corazón se detuvo tan repentinamente como le sorprendió aquella luz, había escuchado pasos, no sabría decir si de animal o de un humano, pero podía oírlos, eran rápidos, no muy lejos de él. Piensa Mathew, estás muy lejos del granero si quiera, en plena oscuridad y expuesto a lo que sea que esté corriendo a tu alrededor. Comenzó a buscar, con cuidado de no hacer mucho ruido, una rama, la que fuera lo suficientemente gruesa para defenderse. ¡Perfecto! Creo que un buen golpe en la sien podría darme ventaja y adrenalina suficiente para salir corriendo hasta el granero. Mathew se levantó y se aferró a aquella rama. Volvieron a escucharse pasos y esta vez estaba más cerca, iban con prisa; tras vacilar si correr o no en ese momento, decidió quedarse ahí plantado, como si eso le ayudara a volverse uno con la oscuridad, el sudor bañaba toda su frente, el frío cubría sus codos y manos, el corazón lo escuchaba con fuerza en su cabeza y la garganta estaba seca como las patas de un gallo. Las nubes dejaron aparecer la dulce luna para iluminar un poco el bosque en el que se hallaba y ahí lo vio. Un ser del tamaño de la mitad de su cuerpo, parecía un niño, pero no lo era, no llevaba ropa, pero no estaba desnudo, tampoco tenía cabello y no veía el rostro.
Mathew estaba más asustado que antes, ¿Qué debía hacer?, por el tamaño que tenía aquello podía no ser tan temible como su imaginación se lo había planteado, pero aun así no sabía que era lo mejor en aquel momento. Aquello dio un paso, y Mathew dio otro amenazante con la rama en alto. Aquello no dio otro, como si esperara la próxima acción de este. Mathew comenzó a dar pasos hacia atrás, lenta y cautelosamente, pero pasó algo inesperado, algo impresionante. Aquello había comenzado a brillar, poco a poco, una luz tenue, y comenzó a avanzar en dirección del joven. Mathew comenzó a correr. Detrás de él escuchó como corría también aquello. Sin soltar la rama, corrió lo más que pudo, pero en un abrir y cerrar de ojos aquello apareció en frente y ambos cayeron al suelo. No pude evitar gritar, era como si hubiera llegado mi muerte y me resignaba a recibirla, de pronto aquello tocó mi frente y yo caí dormido, si se puede decir ya que todo estaba oscuro y ya no sentía nada.
Por momentos entreabría los ojos, aun podía ver los árboles, aún seguía en el bosque, quería moverme, pero me sentía tan pesado y tan agotado que solo podía ver cómo me movía a través del bosque. Luego me quede quieto y luego nada, todo era negro. Al fin me había quedado dormido.