Decidido a dar con la verdad, Timothy arma un plan de investigación para espiar a Ronnie. Él estaba claro de que enfrentarlo sin tener una prueba contundente en contra de su compañero de cuarto, sería un grave error y, no se podía dar el lujo de no descubrir el misterio.

  Los truenos retumban el cielo, indicando que se acerca el diluvio. El teléfono de Timothy comienza a sonar, él atiende y recibe la noticia de que Ronnie no llegaría esa noche, porque en el lugar donde está, cerraron las vías debido a las fuertes lluvias. Al colgar la llamada, Timothy con un tono de voz misterioso y levantando la ceja derecha, manifiesta:

¡Este es el momento!

  Buscando entre sus cosas, encuentra la cámara que le obsequió su hermana cuando comenzó a estudiar en la universidad y, también, halla un par de micrófonos viejos que desde hace tiempo creyó haber perdido.

  Cada elemento encontrado los ubica en lugares estratégicos; su intención es espiar a Ronnie cuando se quede solo en el cuarto, ya que está seguro de que, en esos momentos, tiene conversaciones telefónicas que pueden revelar detalles del misterio que giran en torno a él.

  Al día siguiente, Ronnie llegó casi a la medianoche y, al ver que su compañero de cuarto no está, se sienta en el pequeño escritorio que ambos comparten para revisar unas notas. Entre balbuceos de palabras que tenía, la habitación comienza a sentirse fría y, de las paredes, brotan insectos espeluznantes mientras Ronnie se transporta al espejo por unos segundos cuando un humo espeso y negro cubre la silla donde está sentado.

  Una parte del misterio de Ronnie, había quedado descubierto, porque Timothy estaba en la plaza que queda al frente del edificio viendo desde su teléfono celular lo que había sucedido en el cuarto y, aunque por un momento pensó que estaba a tiempo de huir, cuando se levanta del banco, Ronnie aparece frente a él diciéndole:

¿Pensaste que no me enteraría de que me estabas espiando?

  Con un rostro visiblemente asustado y, temblando como gelatina, Timothy intenta responderle, pero las palabras entrecortadas no permiten que Ronnie entienda qué le está diciendo. Proyectando una mirada muy desafiante, le dice que no había necesidad de complicar su vida y, debido a ello, él tenía que transformarlo en algo que no era parte de sus planes.

  Sin repetir una palabra más, Ronnie abre la boca mientras sus colmillos crecen más de diez centímetros y los clava en el cuello de Timothy. Tres minutos después, cuando Ronnie se separa de su víctima, se percata que ya no había latidos de corazón y, el tono de su piel pasó de ser blanco, a pálido. Ante esas características, ya no había dudas de que ahora era un vampiro. Cuando Timothy ya era una especie inmortal, Ronnie le confiesa que el propósito de su llegada a la ciudad fue para convertir a varias personas en neófitos y así, crear un gran ejército con el cual iban a poder tener control sobre la humanidad, ya que ese era el momento idóne y, esto lo debían hacer antes de que los maecianos se les adelantaran.

Me usaste

  Dice Timothy mientras frunce el ceño y cierra el puño de su mano derecha. La espeluznante carcajada de Ronnie retumbó en toda la plaza después de escucharse un contundente sí. Ahora enserió su rostro y tono de voz para confesarle que, después de investigarlo por varios meses, descubrió que:

Fuiste la persona indicada para darme toda la información que necesitaba de la ciudad y su gente. Mi intención no era convertirte en neófito, pero metiste tu nariz donde no debías

  La resignación de su nueva realidad, le llegó a Timothy después de diversas confesiones y cuestionamientos entre ambos. Varios meses después, ambos lograron armar el ejército de vampiros neófitos más grandes de la historia y, cuando Ronnie pensó que finalmente él iba a ser el rey de la humanidad, Timothy le arrancó la cabeza. Mientras veía cómo era devorado por los inmortales que crearon, decía:

Condenaste mi vida y, yo te quité la inmortalidad

¡Muchas gracias por leer mi publicación!

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