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A Nadeesha le encantaba la fotografía de vida silvestre. Cada fin de semana, llevaba su cámara y se adentraba en el bosque cercano a su aldea. Esperaba en silencio durante horas para capturar animales en su comportamiento natural. Tiene muchísimas colecciones, como un leopardo bostezando, un ciervo bebiendo agua o un pájaro alimentando a sus polluelos.

Una mañana radiante, antes del amanecer, salió de casa. «Hoy voy a explorar un nuevo sendero. He oído que hay un lago escondido en lo profundo del bosque», le dijo a su hermano.

Esa noche no regresó. Su familia se preocupó y pidió ayuda. Un equipo de búsqueda se adentró en el bosque y la buscó por todas partes. No estaba por ningún lado, pero uno de los miembros del equipo encontró su cámara tirada cerca de un árbol viejo.

Al revisar la tarjeta de memoria de la cámara, encontraron algo extraño. Se asustaron al ver la última foto del objetivo. Había una pequeña cabaña de madera y una figura alta, semicubierta, estaba de pie en la puerta.

La familia se encontraba desesperada; la idea de que Nadeesha pasara una noche más perdida en ese bosque se convertía en una oscura amenaza que se hacía imposible de soportar; aquella misteriosa fotografía no parecía augurar nada bueno para la joven. El equipo de búsqueda solicitó el apoyo de un helicóptero para que observara desde el aire toda la zona montañosa, pero después de más de dos horas escudriñando el área, se retiró sin reportar nada positivo. Los rescatistas se mostraban exhaustos, además de confundidos, ya que ninguna de las pistas que habían seguido con meticulosa atención, ninguna de las estrategias que se implementaban en aquellos casos, proporcionaron los resultados que esperaban; ni siquiera el perro que pertenecía al escuadrón, cuya reconocida efectividad para descubrir el más imperceptible rastro era legendaria, pudo encontrar algún indicio de la chica desparecida.

Ramesh, uno de los integrantes del equipo de búsqueda, señaló entonces que debían recurrir al cazador Fernando, un viejo pueblerino que había pasado casi toda su vida explorando ese bosque y, de acuerdo con lo que decían algunas personas, solo él conocía cada resquicio, cada camino, de aquel vasto territorio. El padre de Nadeesha, después de precisar el lugar exacto, donde residía el hombre que representaba una posible esperanza de encontrar a su hija, se fue a buscarlo y en menos de una hora regresó acompañado de Fernando, un sujeto de piel curtida y de mirada profunda e impenetrable.

Cuando el cazador observó la última fotografía que había captado la cámara de la muchacha desaparecida, una pincelada de sorpresa atravesó su rostro y de sus labios brotaron estas palabras: "La sombra de la montaña". Nadie me creyó, sin embargo aquí está la prueba, continuó hablando con voz grave y pausada. En una oportunidad en que me perdí en la parte más oscura del bosque, miré de lejos esta silueta, pero desapareció en seguida; salí de allí despavorido, corriendo como un loco hasta encontrar el sendero que me devolvió a mi casa. Las antiguas leyendas del pueblo aseguran que "La sombra de la montaña" es un espíritu malvado que agrede a todos los que se acerquen a sus predios, pero en la actualidad todo el mundo piensa que esos son cuentos que imaginaban nuestros abuelos para no aburrirse; por eso me tildaron de loco y mentiroso cuando, aturdido todavía por la impactante experiencia, les conté lo que había visto.

El padre de Nadeesha, angustiado por el breve relato de Fernando, tuvo que realizar un inconmensurable esfuerzo para ocultar su abatimiento ante su esposa y su hijo, quienes se hallaban en esos momentos conversando con el líder de los rescatistas y no pudieron escuchar las palabras del cazador. Este se dispuso a buscar de inmediato a la muchacha, pero les advirtió a los demás que, en caso de que el rastro lo condujera hasta la zona umbría donde una vez divisó a "La sombra de la montaña", detendría la búsqueda porque no estaba dispuesto a exponer su vida por esos fríos y misteriosos parajes.

Después de examinar, de manera exhaustiva, los alrededores del viejo árbol donde encontraron la cámara de Nadeesha, Fernando caminó por más de una hora por intrincados senderos hasta llegar a un precioso lago que ninguno de los rescatistas había encontrado en sus afanosas pesquisas. Allí, debajo de un abovedado bosquecillo de buganvilias se encontraba la muchacha. Tenía heridas en la cara, pronunciados rasguños en los brazos y el pie derecho escandalosamente amoratado; todos temieron lo peor, pero seguía con vida y estaba consciente.

En cuanto la hidrataron y fue colocada en una camilla para ser trasladada a un centro de salud, Nadeesha exigió que le trajeran la tarjeta de memoria de su cámara. A pesar de la delicada situación en que se encontraba, pensaron quienes la rescataron, se preocupaba por preservar sus fotografías; sin embargo, apenas tuvo la tarjeta en las manos, se dedicó a romperla, sin detenerse, hasta convertirla en minúsculos pedazos. La misteriosa figura de la última fotografía, dijo con la voz quebrada por los dolores de las heridas, me salvó la vida cuando caí por un precipicio; me atendió con esmero y estuvo a mi lado hasta una media hora antes de que ustedes me encontraran. No me parece justo entonces que yo exponga su presencia si ella todo el tiempo ha vivido escondida en este bosque. Diré por siempre que nunca la he visto, aunque en mi alma le guarde un eterno agradecimiento.

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Invito a los amigos:
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