Wordsmiths Fiction Semana 4: Temporada 24 – El secreto familiar

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Cuando Julie se presentó a la lectura del testamento de su distanciado padre, no esperaba casi nada. Quizás algunos libros viejos o ese violín polvoriento que solía guardar en un rincón. Pero en cambio, el abogado deslizó una carpeta sobre la mesa. Dentro, había una frase encerrada en un círculo rojo:

"La herencia se dividirá en partes iguales entre mis tres hijos".

Julie se quedó paralizada. ¿Tres hijos? Solo conocía a un hermano. No era una errata. Su padre, un hombre que evitaba las preguntas personales y rara vez hablaba del pasado, había reconocido legalmente a un tercer heredero.

El abogado le dio un nombre: Jeremy Cates. Solo incluía un apartado postal y una condición: a menos que los tres herederos estuvieran de acuerdo, ninguno tendría acceso a la propiedad.

De repente todo se tornaba confuso en la mente de Julie, se enteraba ahora, después de tanto tiempo, de que tenía otro hermano y que había heredado una propiedad de un padre al que siempre creyó sin bienes materiales de ningún tipo. Todos los pormenores de su herencia, escuchó decir al abogado desde su obnubilado entendimiento, así como lo referente a Jeremy Cates, lo encontrará en el apartado postal; por voluntad de su padre, mi papel solo se limitará a los arreglos legales, una vez que los tres hijos lleguen a un acuerdo.

En cuanto llegó a su casa, Julie llamó por teléfono a Bryant, su hermano menor, quien se había marchado a Francia después de que murió su madre y nunca más se preocupó por regresar; dos días antes, lo había contactado para informarle sobre el fallecimiento de su padre, pero él tomó la noticia con la acostumbrada indiferencia que exhibía ante todo lo que sucediese en este país donde nació. Ningún interés demostró tampoco por la herencia legada por su progenitor -haz lo que te parezca mejor, hermana, yo no me opondré a nada de lo que tú decidas-; y comenzó a reírse de forma burlona cuando se enteró de que existía un tercer hermano: A fin de cuentas, como siempre, mamá tenía razón, señaló con incisivo sarcasmo, no solo existieron las infidelidades, sino que tuvieron sus consecuencias. Qué podría decir ahora el Loco Henry…

Julie había pensado antes en aquel trepidante altercado que causó la separación definitiva de sus progenitores. Contaba con apenas unos doce años y solo recordaba los improperios de la unánime rabia de su madre que le echaba en cara a su desencajado esposo el inconcebible amancebamiento con una mujer de la empresa donde trabajaba. Después de gritarle los más despiadados insultos, lo echó de la casa y le dijo que no regresara más. Al día siguiente, el Loco Henry, un compañero de trabajo de su padre, el único amigo que le conocieron, vino a interceder por él.

Era un joven simpático y hablador que poseía la virtud de ganarse con su imparable verborrea la confianza de todos; tanto así que se granjeó la estima de su adusto padre a pesar de la significativa diferencia de edad que había entre ambos. Antes del problema de la infidelidad, su madre le tenía mucho cariño porque solo el Loco Henry lograba que su esposo saliese de pesca, a mirar los partidos de beisbol, a jugar póker o a cualquier otra amena actividad que lo apartara de la rutina, sin embargo todo eso cambiaría desde aquel momento. Señora, le dijo con grave solemnidad el Loco Henry, creyéndose amparado por el aprecio de su madre, yo le juro por Dios que su marido jamás le ha faltado el respeto ni es capaz de engañarla, pero ella lo llamó alcahuete, lo acusó de ser cómplice de las fechorías de su esposo y le exigió también que jamás volviera a pisar su hogar.

Si alguien sabía entonces toda la verdad sobre su nuevo hermano era el Loco Henry, pero después de aquel incidente nunca más lo volvieron a ver. Al día siguiente, se dijo Julie mientras se alistaba para irse a la cama, debía viajar a Baltimore para revisar el apartado postal donde encontraría las instrucciones que había dejado su padre. Se levantó bien temprano porque la ansiedad la mantuvo casi toda la noche despierta y ya a las nueve de la mañana había llegado su destino. No hubo ningún problema en la oficina de correos, dentro del buzón indicado encontró los documentos de la propiedad heredada y la dirección de Jeremy Cates, el hermano a quien vería por vez primera. Cuando revisó aquellos folios quedó anonada: las escrituras legales se referían a los terrenos, a las edificaciones y a todos los bienes existentes en la empresa donde su padre trabajó toda la vida.

Se sentó un rato sin saber qué hacer, pero una vez que se recuperó de la sorpresa, miró la dirección donde debía buscar a su hermano, era una urbanización en la misma ciudad de Baltimore. Tomó de inmediato un taxi porque deseaba desvelar tan rápido como fuese posible todos aquellos secretos que dejó su padre. El automóvil se detuvo delante de una elegante casa y el chofer, observando su indecisión, le señaló: allí es señora. Antes de tocar el timbre, la puerta se abrió y apareció el Loco Henry: Yo soy Jeremy Cates, hermana, pasa adelante. No creo que tengamos problemas en ponernos de acuerdo sobre la herencia.

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