Aquel grupo de cuatro jóvenes era muy hábil en la fabricación de máquinas o dispositivos de todo tipo, y su empresa se llamaba Edison’s Corporation, y fueron contratados por otro genio de las ciencias aplicadas, el Dr. Bruno Dexter.

El papel del cuarteto era diseñar un par de cabinas del tamaño de un refrigerador. Lo que ellos comprendían era que estos artefactos acogerían a una persona a la vez, pero ¿con qué finalidad? La respuesta a esta pregunta la tenía sin duda alguna el jefe del proyecto, el Dr. Dexter, pero ese era un asunto de confidencialidad.

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Una tarde en el restaurant de costumbre, cuando los jóvenes se estaban tomando una taza de café, se acercó a ellos un hombre de gafas oscuras quien les dijo:

• Les ruego que me disculpen. Soy un simple investigador privado y estoy dispuesto a pagarles una buena suma de dinero si me dan ciertas informaciones acerca del proyecto en el que ustedes se encuentran trabajando.

• Disculpe usted, señor -respondió uno de los muchachos-, pero nuestra regla sagrada es no difundir nada de lo que hacemos.

• ¿Qué tal un bitcoin para cada uno de ustedes?

• ¿Acaso no ha escuchado? -agregó la chica del grupo-. Déjenos en paz, por favor.

Sin embargo, el extraño insistió:

• Les ruego que me escuchen un minuto. Lo que tengo entendido es que el Dr. Dexter está desarrollando un artefacto que pone en alto riesgo la seguridad de muchos países, a la vez que está amenazando la existencia de importantísimas compañías de transporte.

• Somos empleados del Dr. Dexter, pero si supiéramos algo acerca de lo que usted nos está hablando, tampoco lo contaríamos.

• Mi última oferta es dos bitcoins para cada uno de ustedes.

• Buenas tardes, caballero -despachó la chica al extraño-. Aléjese de nosotros o llamaremos a la policía.

Al día siguiente el doctor Dexter se murió de un ataque cardíaco a causa de que su esposa le estaba poniendo los cuernos. Pero, obviamente, el científico trabajaba en exceso y pasaba días enteros sin volver a su casa. En consecuencia, los jóvenes de la Edison’s se reunieron preocupados pensando en el proyecto del Dr. Dexter.

• Tenemos que entrar al laboratorio secreto del doctor. No es lo correcto, pero debemos hacerlo antes de que otras personas sin escrúpulos se nos adelanten -concluyeron.

Los jóvenes forzaron la cerradura del laboratorio y comenzaron a averiguar lo que el Dr. Dexter estaba desarrollando. Justo allí estaban las notas, planos y aparatos relacionados con una máquina de teletransportación. Lo que faltaba era conectar las cabinas que el grupo de la Edison’s ya había terminado y, por último, hacer la prueba del invento. En efecto, los jóvenes se encargaron de hacer lo que faltaba y probaron primeramente con un lapicero. Lo colocaron en la cabina emisora y este debería aparecer luego en la cabina receptora, ubicada a unos 5 metros de distancia. ¡Bravo! La prueba fue un éxito, pero ahora venía lo más interesante: teletransportar a una persona, pero para esta tarea no hubo ningún voluntario disponible. Entonces decidieron probar con un animal, pero, como no lo tenían, uno de los muchachos salió a la calle para ver qué podía traer, y por allá en un parque capturó a un sapo.

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Desafortunadamente, al animal no le ocurrió lo mismo que al lapicero, pues desapareció en la cabina de partida y nunca apareció en la cabina receptora.

• Menos mal que se trataba de un sapo -dijo la chica respirando profundo.

• La máquina no funciona con seres vivos -dijo otro de los jóvenes.

• Propongo que destruyamos todo lo relacionado con este artefacto y que no dejemos ningún rastro acerca de él. Porque de lograrse el objetivo de teletransportar personas, se me hace difícil imaginar un mundo donde la gente se mueva instantáneamente de un punto a otro. Eso originaría un caos, sobre todo con el asunto del terrorismo.

• Inclusive la gente se volvería más perezosa de lo normal y eso sería perjudicial para la salud.

Los jóvenes eliminaron todo lo relacionado con la máquina de teletransportación, pero, en su lugar, sacaron a la luz pública uno de los inventos inéditos del científico: Una exterminadora de insectos, la cual consistía en un sistema de cámaras que, al detectar en un recinto insectos como moscas, zancudos y las terribles cucarachas voladoras, se activaba una pistola que disparaba un rayo invisible. En efecto, cuando había muchos insectos aquello sonaba como una batalla de la Guerra de las Galaxias.

El nuevo invento se convirtió en un éxito mundial, colmando de fama y dinero a los dueños de la Edison’s Corporation, aunque lamentablemente esto implicó la quiebra de algunas empresas productoras de insecticidas, pero menos contaminación ambiental.

_{Invitación: @genomil. @inspiracion, @samantha10}