El desafío del jefe

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Todos fueron saliendo de la sala de reuniones, después que el Director General expuso los lineamientos esenciales del nuevo proyecto; solo los gerentes Timothy y John se quedaron porque debían escoger al equipo de ingenieros que realizaría el programa para la agencia de coches de alquiler. Ambos concordaban en que un grupo de cuatro integrantes, dos expertos en programación, un analista de datos estadísticos y otro que se ocupase del control de calidad bastaban para acometer y terminar con éxito aquella tarea. Solo tenían que ubicar los profesionales con mayor experiencia y que hubiesen demostrado una alta eficiencia para incorporarlos al equipo, lo cual era muy fácil, ya que ellos estaban al tanto de las actividades de casi todo el personal.

Ya tenían el grupo conformado, cuando se les acercó Bryan Hamilton, el joven recién graduado en informática que se encontraba realizando una pasantía de seis meses en MyBudget. ¿Pueden incluirme en el equipo? les preguntó para sorpresa de los dos gerentes que casi nunca lo habían escuchado hablar antes. Lo miraron con incredulidad y casi al unísono le respondieron que aquel proyecto estaba destinado para ingenieros experimentados y que perteneciesen, además, a la plantilla regular de la empresa. Hamilton movió la cabeza de manera afirmativa y se limitó a decir, con timidez: Está bien, quise ponerme a la orden porque un proyecto como ese yo lo hago en menos de una semana. Timothy y John sonrieron, en un primer instante, pero luego, con un evidente tono de burla, le recriminaron su osadía y le recomendaron que, si quería destacarse, no debía hacerlo prometiendo lo que después sería imposible cumplir.

El Director General aprobó los nombres escogidos para el grupo y el plan de trabajo que le presentaron los dos gerentes. Los ingenieros en programación se dedicarían a crear los algoritmos que discriminaran las tarifas de las horas punta con respecto a las de las horas normales y debían considerar, además, las zonas de mayor afluencia de clientes, así como los lugares más frecuentados por los usuarios de los coches. El analista de datos y el encargado del control de calidad visitarían la agencia que solicitó el programa para investigar costos y precios, con el fin de establecer la frecuencia y condiciones de las ofertas; era necesario también determinar cómo y cuáles serían los datos que se mostrarían en la aplicación, tanto para los encargados del negocio como para el público… Una vez recabado todo ese caudal de información, se implementarían, de ser necesario, otros algoritmos que conjugaran todo un sistema que resultase fácil de manejar para cualquier persona.

Para la cuarta semana, Timothy, con su proverbial serenidad, mientras que John, nervioso como siempre, se encontraban preparados, finalmente, para la primera prueba del programa; si todo salía bien, después solo había que trabajar en los últimos detalles de la aplicación. Desde el comienzo, sin embargo, se hizo evidente que nada funcionaba como debía ser. Los algoritmos no precisaban correctamente los períodos de tiempo de las horas punta y emitían falsas informaciones en las tarifas regulares y las ofertas; pero lo más grave era que el nombre y la ubicación de los usuarios se borraban, sin explicación alguna, a los pocos segundos. Cuando faltaba solo una semana para que se venciera el plazo, algunos errores se habían corregido, sin embargo, los de mayor utilidad para la agencia de alquiler continuaban tercamente apareciendo y los programadores se mostraban impotentes ante el problema.

La desesperación de John era evidente y lo erizaba, aún más, la pasividad de Timothy. Sin saber qué hacer, buscando con vehemencia una solución providencial, fue que observó de repente la oficina vacía de Bryan Hamilton; ya la pasantía del joven había finalizado, pero quizás dejó en ese ordenador donde trabajaba alguna idea que los ayudara en aquel momento; algo debía saber cuando se atrevió a decir que en menos de una semana él hacía ese proyecto; nada se perdía con averiguarlo, pensó con un hálito de esperanza brillando en sus ojos. No fue necesario registrar mucho, en un icono del escritorio estaba el programa. Funcionaba a la perfección y no solo abarcaba los datos que ellos habían considerado, sino que contenía e identificaba otros como la marca de los automóviles, la frecuencia de los usuarios para asignarles las mejores ofertas y la utilización de los servicios discriminada según las clases sociales y las profesiones. Con un largo suspiro de alivio, lo copió y se lo presentó al Director General, quien demostró un efusivo entusiasmo ante aquel exitoso logro.

Al otro día, una comunicación formal de la Agencia de alquiler de coches decía, entre otras cosas, lo siguiente: Lo lamentamos, este es el mismo programa consignado y registrado legalmente hace tres semanas por la firma empresarial Hamilton's IT company, con quien trabajaremos de ahora en adelante.

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