"Hoy es un día en que no quisiera salir para ninguna parte, ni hablar de negocios, ni de la bolsa, ni de la empresa ni de los clientes". Así pensaba Dennis, tirado en la cama de su habitación, con un intenso dolor en su hombro izquierdo, producto de una tonta caída en la piscina. Se sentía frustrado y de mal humor, además estaba fastidiado de su vida, porque aunque era un empresario exitoso, envidiado por muchos, se sentía solo y aburrido.

Era en esos momentos en los que recordaba a Jenny; seguro que ella al verlo desanimado y con el dolor en el hombro le daría un masaje con una de esas cremas traídas de la india, que siempre tenía en su cartera, y lo consentiría hasta hacerlo dormir como un bebé.

En eso pensaba Dennis por momentos, pero luego se le atravesaba el recuerdo de lo mal que se había portado con ella, no solo con sus infidelidades, sino por no tomar en cuenta sus opiniones, sus intereses, y querer arrastrarla siempre hacia los de él.

A medida que el dolor de su hombro crecía y la soledad de su apartamento parecía asfixiarlo, sintió la necesidad de escribirle a Jenny; algo dentro de él le decía que si le escribía, ella aceptaría encontrarse nuevamente con él, aunque fuera para recordarle que la había perdido por su soberbia.

Cuando Jenny recibió un mensaje de whatssap, y vio el nombre de Dennis en el teléfono, tuvo la intención de no contestar, pero su corazón palpitó con intensidad. No había duda de que a pesar de los malos momentos vividos, aún sentía algo por él.

[Dennis]

Hola, Jenny, soy yo, Dennis, sé que no debería importunarte, pero acabo de comprar un yate y deseo que me acompañes a realizar mi primer paseo en él. ¿Te animas?

—Allí está; como siempre, echándome en cara sus progresos laborales y personales. ¿Será que se cree que estoy disponible para cuando él lo necesite? No le voy a contestar.

Ese día, Jenny dejó "en visto" a Dennis, pero ambos se conocían demasiado, y al otro día, él le volvió a escribir:

Buenos días, Jenny, me imagino que estabas ocupada ayer, y por eso no me contestaste. Me urge verte. Estaré en el muelle a las diez de la mañana. Espero que tengas unos minutos para mí.

Jenny vio el mensaje enseguida, pero tampoco respondió.

Dennis se había acostumbrado a ser exitoso, a conseguir todo lo que se proponía, así que estaba seguro de que ella iría al muelle.

El yate de Dennis era uno de los más grandes de la marina, y él se veía apuesto y elegante en la cubierta, aunque ya no era aquel jovencito atlético de la universidad, se veía muy bien.

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