Steemit Challenge S26-W6: Two-timing.

John viajaba de Sídney a Canberra en autobús. Se acomodó en su asiento y miró con indiferencia el asiento lateral contiguo al suyo, que aún no estaba ocupado.

En ese momento sonó su teléfono. Era su esposa, quien le preguntó si su viaje de Delhi a Sídney estaba bien. Mientras John contestaba su llamada, vio a una hermosa chica de veintitantos años que se acercó y se sentó a su lado.

John colgó y le sonrió a la chica del asiento de al lado. Empezaron a conversar en cuanto el autobús arrancó. Pasaron tres horas hablando de diferentes temas, y llegaron a Canberra.
John sentía una extraña tentación. Estaba demasiado ansioso, y entonces sucedió. Al bajar del autobús, Tina, la chica, le estrechó la mano, le puso una tarjeta en la mano y sonrió...

El viaje desde Sídney a Canberra se sintió más corto de lo que en realidad fue. Tina, su compañera de asiento, resultó ser una mujer hermosa, con buen físico, cabello rizado, de color castaño, muy inteligente y elocuente, que además mostró un gran interés en él, sin importarle que era un hombre casado; John se vio tentado a explorar la conexión con esa chica.

Estaría una semana lejos de casa; un número telefónico escrito a bolígrafo junto a la palabra “llámame”, fue lo que leyó en la tarjeta que ella le obsequió antes de despedirse. «Después de todo mi estancia en Canberra no tiene por qué ser aburrida», pensó. «Es hermosa, joven y con grandes atributos, ¿Que más podría pedir?» sonrió recordando su bella sonrisa.

Había viajado a Canberra para atender una situación de trabajo algunas horas al día, por lo que tendría el suficiente tiempo libre para conocerla mejor, disfrutar de su buena compañía y, quizás, un poco más; todo dependía de como se dieran las cosas. Su esposa nunca tendría por qué enterarse, estaba lejos de casa, a muchos kilómetros y horas de distancia. «Ojos que no ven, corazón que siente», justificó sus pensamientos; «aún así, todo dependerá de Tina», se dijo.

El primer día en aquella ciudad pasó sin contratiempos; cumplió con su trabajo y se marchó a la habitación de hotel donde estaba alojado. Esa noche, solo y aburrido, recostado sobre la cama, los malos pensamientos rondaron una y otra vez su cabeza, la tentación de llamar a la joven Tina era evidente ante la imposibilidad de sacarla de su mente. A pesar de esto, eligió mantenerse fiel y resistirse a la lujuria y, en su lugar, prefirió comunicarse con su esposa y descansar.

Así, mediante ese método, mantuvo el deseo a raya durante los siguientes días; la tentación no lograba doblegarlo. John siempre había sido fiel a su esposa, con quien llevaba ocho años de matrimonio. Sin embargo, el cuarto día, un compañero comentó lo bien que él había aprovechado el tiempo libre para disfrutar con una joven. «A veces solo hay que relajarse y disfrutar la oportunidad; mientras ambos estemos claros, no pasa nada», palabras que sin querer, trajeron a Tina de vuelta a sus pensamientos.

Al final de la jornada con la tarjeta en mano, tomó su móvil y marcó el número telefónico de Tina.

—Pensé que nunca llamarías. —dijo ella.

—No había tenido tiempo para hacerlo —mintió John —. ¿Podemos vernos para charlar? —preguntó luego, en el fondo esperaba una respuesta negativa.

—Si, claro. Indícame dónde estás alojado y te diré un lugar cercano donde podamos encontrarnos. —respondió Tina.

El encuentro ocurrió en un café ubicado a pocas calles del hotel. Allí compartieron otro momento agradable entre anécdotas, risas e historias que hicieron que el reloj dejara de ser relevante ante lo bien que se entendían.

—¿Qué harás después de marcharte de aquí? —preguntó John.

Tina colocó una de sus manos sobre la de John y luego respondió.

—Nada… la verdad es que esperaba que me invites a tu hotel. —propuso, mirándolo a los ojos.

La tentación en John llegó a su punto máximo; no había dudas, ella lo deseaba tanto como él.

—¿Irías conmigo? —preguntó.

—Es lo que quiero. —respondió Tina sin titubear.

Las horas de esa noche fueron pocas para toda la pasión y el deseo que desbordaron; la intimidad siguió el ritmo marcado por sentimientos intensos de placer y lujuria. Sin embargo, aunque John físicamente se sentía conforme, moralmente estaba insatisfecho: por primera vez había traicionado a su esposa.

«Esto no está bien, no se siente bien. ¿Martha sería capaz de hacerme lo mismo?», se cuestionó. «No, sé que ella no haría esto», se respondió. Ese instante introspectivo no pasó desapercibido para Tina.

—¿Algún problema, John? —preguntó.

—Es la primera vez que hago esto. —confesó John.

—Pues a mi me parece que tienes mucha experiencia para ser tu primera vez. —bromeó Tina.

—No, sabes que no me refería a eso. —respondió John.

—Lo sé. Nada de esto tiene por qué salir de aquí… este será nuestro secreto. Yo también soy casada, John. —mencionó Tina, esperando tranquilizarlo.

John fingió calma y se dejó llevar un poco más, aunque en su mente no dejaba de ver fantasmas: imaginaba a su esposa haciendo lo mismo que Tina junto a otro hombre; había pasado de la tentación al placer y de este directo a la amargura, dejándole un gran sentimiento de culpa.

Sus días en Canberra pronto terminaron; no hubo más encuentros con Tina ni siquiera una despedida, no sintió el deseo de hacerlo. «No vale la pena el riesgo, tengo mucho que perder. Mi esposa no lo merece», meditó.

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