Playing Gardner |🍀| Haciendo de Jardinero [Eng/Esp]

I had been putting it off for weeks. There was always something more urgent, more comfortable, or easier than facing the backyard. But today, with no more excuses and a sky full of undecided clouds, I grabbed the weed trimmer and stepped outside.

The grass was tall, the plants had spilled over, and the barbecue area felt like a distant memory. I moved forward with patience, cutting through the tangled green mess. The damp soil made it harder, but little by little, the ground began to reveal itself. The grill corner was still hidden, as if waiting its turn.

Before I touched a single leaf, everything was covered. The overgrowth had taken over as if the place had been swallowed by the wild. The walls, stained with damp patches and crawling vines, completed the scene of neglect.

But the little red trimmer held its own. With every pass, the earth started to breathe again. A few ornamental plants had held firm, standing tall as if they knew they still belonged.

By the end, the change was clear. The ground was visible again, the barbecue area reclaimed its shape, and the plants—even if not perfect—looked more at home. In one corner, a pile of branches and grass stood as proof of the work done.

It wasn’t a full transformation. But it was a beginning. Because some corners only need to be seen again to start coming back to life.

Desde hace semanas lo venía postergando. Siempre había algo más urgente, más cómodo o más fácil que enfrentar el fondo de casa. Pero hoy, sin excusas y con el cielo cubierto de nubes indecisas, agarré la desmalezadora y salí.

El pasto estaba alto, las plantas se habían desbordado y el quincho parecía un recuerdo. Avancé con paciencia, abriéndome camino entre el verde desordenado. La tierra húmeda dificultaba el paso, pero con cada metro ganado, el terreno volvía a mostrarse. El rincón del asador, aún escondido, esperaba su momento.

Antes, no se distinguía nada: la maleza cubría todo como si el lugar hubiera sido tragado por la selva. Las paredes mostraban signos del abandono, con manchas de humedad y enredaderas que trepaban sin control.

Pero la desmalezadora, roja y pequeña, resistió. Con cada pasada, el suelo volvía a respirar. Algunas plantas ornamentales, fuertes pese al descuido, se mantuvieron erguidas como si supieran que aún tenían un lugar.

Al terminar, el panorama había cambiado. El piso era visible, el quincho retomó su forma y las plantas, aunque no perfectas, parecían en su sitio. En una esquina, el montón de ramas y pasto era el único desorden que hablaba de todo lo trabajado.

No fue una gran transformación. Pero fue el inicio. Porque hay rincones que solo necesitan ser vistos otra vez para empezar a revivir.