The Painter's Lunch || El Almuerzo del Pintor [ENG/ESP]steemCreated with Sketch.

in GEMS2 months ago

In a small studio tucked away among the hills of Tuscany, Marco, a retired painter from Florence, began each day with a sacred routine: a walk to the local market. With his wicker basket under his arm, he gathered only the essentials: a bunch of fresh arugula, a handful of capers, freshly picked cherry tomatoes, and a salmon fillet lovingly cured by the village fishmonger, Signora Lucia.

That morning, as he returned to the studio, the sun streamed through the blinds, painting golden lines on the old easel. Marco hadn't touched a paintbrush for years, but something about the light that day awakened in him the desire to create.

Before facing the blank canvas, he prepared his culinary ritual. He carefully placed the tender pieces of salmon on a white ceramic plate, seasoning them with extra virgin olive oil, a little freshly ground black pepper, and capers that added the perfect salty touch. The arugula, with its elegant bitterness, sat alongside, crowned by the tomatoes he had sliced ​​with his own hands.

Sitting at the worn wooden table, Marco contemplated the plate as if it were a work of art. And as the first bite caressed his palate, he felt himself reconnecting with the flavors, with the earth, with life.

That day, he didn't paint a landscape or a portrait. He painted a plate: a simple and honest ode to the pleasure of living slowly.

En un pequeño taller escondido entre las colinas de la Toscana, Marco, un pintor retirado de Florencia, comenzaba cada día con una rutina sagrada: una caminata al mercado local. Con su canasta de mimbre bajo el brazo, recogía solo lo esencial: un manojo de rúcula fresca, un puñado de alcaparras, tomates cherry recién cosechados y un filete de salmón curado con esmero por la pescadera del pueblo, Signora Lucia.

Esa mañana, al volver al taller, el sol se colaba por las persianas, pintando líneas doradas sobre el viejo caballete. Marco no tocaba un pincel desde hacía años, pero algo en la luz de ese día despertó en él el deseo de crear.

Antes de enfrentarse al lienzo en blanco, preparó su ritual culinario. Colocó con cuidado los trozos tiernos de salmón en un plato de cerámica blanca, aderezándolos con aceite de oliva virgen extra, un poco de pimienta negra molida al momento, y las alcaparras que añadían el toque salado perfecto. La rúcula, con su amargor elegante, se posó al lado, coronada por los tomates que había partido con sus propias manos.

Al sentarse a la mesa de madera desgastada, Marco contempló el plato como si fuera una obra de arte. Y mientras el primer bocado acariciaba su paladar, sintió que volvía a conectar con los sabores, con la tierra, con la vida.

Ese día, no pintó un paisaje ni un retrato. Pintó un plato: una oda simple y honesta al placer de vivir despacio.