Ernestina solo quería una relación autentica basada en el amor sincero, pero eso era un imposible en su época y con la familia que le tocó. Su padre habría contratado los servicios de una llamada “casamentera” en vista que ya ella llegaba casi a los 25 años sin tener pretendientes que fuesen de su agrado sentimental, esta se ocupó de todo hasta de enseñarle la palabra acepto al viejo loro propiedad de la familia que siempre estaba en su jaula en el salón principal. Justa que paradójicamente era el nombre de la señora encargada de los “ajustes” para matrimoniar consiguió a Ernestina lo que ella denominaba un buen partido …con pequeños detalles, no obstante esto no importaba a la hora de cobrar sus “gestiones”.

Llegó el día de la “pedida” oficial, todo estaba arreglado, Justa y el padre de la joven detrás de la cortina del salón escuchando la oferta , ella pendiente de los detalles, el padre rezando todo lo que se sabía para de una vez salir de esa “muchacha quedada”. Apareció el “galán” que para la moza no significó todo lo apuesto que Justa propagaba, le habló de un hombre alto, no dijo que por usar tacones en sus zapatos un poco más grandes de lo acostumbrado, robusto…sin mencionar debido a una joroba, sin un pelo de tonto, sin nombrar la calvicie. Ernestina aceptó las flores que le trajo el caballero, se sentó a hacerle suplicas al cielo con los ojos cerrados, en silencio, deseando como algo repentino la salvara de ese trance, el señor terminó su discurso lleno de concurrencias económicas sin mencionar ni una sola vez la palabra afecto o respeto, hubo un mutismo prolongado… cuando ya estaba dispuesta a decir su negativa… ¡Tomasito el Loro dijo: “acepto”!

Reflexión:

...hasta una animalito decide por una mujer...si ella no se determina a luchar por lo que quiere.
PD: no importa la época.