El arte de amar

in Venezolanos Steem2 months ago (edited)

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Lo recuerdo como si hubiese pasado ayer. Me sentía en el cielo porque estaba estrenando el vestido azul con ribetes blancos y un hermoso sombrero adornado con una llamativa cinta celeste. Mi madre y yo fuimos las primeras en llegar al cumpleaños de Doña Paula; ella se encontraba todavía en su jardín prodigándole los cuidados que lo mantenía tan hermoso, nos recibió con efusivas muestras de agradecimiento y nos invitó a pasar mientras hablaba sin parar. Me detuve a admirar un precioso cuadro que estaba colgado en una las paredes de su acogedora sala y ellas dos continuaron hacia la cocina.

Mi impertinente curiosidad se fijó entonces en el estrecho pasillo que se encontraba a un lado de la sala franqueado por una vaporosa cortina y, sin detenerme a pensar ni un momento en lo que hacía, caminé hacia allá. Lo primero que distinguí en la penumbra fue una puerta de madera cerrada y después de unos pocos pasos me topé con la reja detrás de la cual estaba encerrado un hombre de edad incierta con un libro en la mano. La infantil inocencia de ese entonces no me dejó sorprenderme, a pesar de que aquel extraño sujeto me observaba fijamente. Solo en el momento en que me habló, con una voz grave y misteriosa, sentí miedo: "Cuando mires a un caballero leyendo El arte de amar, de Publio Ovidio Nasón, me dijo, sabrás que encontraste tu verdadero amor". No respondí nada y salí corriendo de inmediato hacia la cocina.

Fue más tarde, en nuestra casa, que se lo conté a mi madre; después de reprenderme por mi injustificable osadía, me explicó que aquel hombre encerrado en la habitación era Alonso Quiroz, el esposo de Doña Paula, quien se había vuelto loco de tanto leer. Debido a los frecuentes actos de agresividad contra todo lo que estaba a su alrededor, debieron confinarlo a esa pequeña cárcel doméstica. Eso que te dijo, recalcó mi mamá, solo son ocurrencias demenciales que brotan de su disparatada mente.

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IA de Freepick / F

Recuerdo que durante mi adolescencia evocaba divertida aquel curioso episodio porque ninguno de mis jóvenes enamorados sospechaba siquiera que existía un poeta latino llamado Ovidio, autor de El arte de amar, y por esa razón jamás serían candidatos para convertirse en el para siempre que toda mujer sentimental anhela. Si así fuese, si tuviese que cumplirse esa premonición, me quedaré para vestir santos, me decía sonriendo y convencida de que aquello jamás ocurriría. Unos años más tarde, cuando debí salir del pueblo en busca de mejores oportunidades para mi vida, ya ese incidente lo había olvidado por completo. La inesperada muerte de mi madre y las responsabilidades que debí asumir encauzaron mis prioridades hacia otros derroteros que me desligaron de ese lugar en que transcurrió gran parte de mi vida.

Fue desde hace un mes, cuando ya estaban listos todos los preparativos para mi próxima boda con Juan Ignacio, el hombre al que amo con locura y me corresponde de la misma forma, que comencé a soñar todas las noches con el esposo de Doña Paula, con ese extraño individuo encerrado en la habitación con el libro en la mano que me repite de manera obsesiva las mismas palabras de hace tantos años. Al principio, no le hice caso, pero después la recurrencia puntual de su inalterable sentencia comenzó a intranquilizarme; ahora tengo miedo de acostarme a dormir, los nervios no me dejan estar tranquila en ningún lado y hasta comienzo a dudar si debo casarme con Juan Ignacio. Por el bien de mi salud mental y para salvar mi relación con ese hombre que me ha prodigado tanto amor, decidí verme con un siquiatra, necesito ayuda profesional porque siento que me estoy volviendo loca.

La cita estaba pautada para las nueve de la mañana. Media hora antes, ya me encontraba en el consultorio, disimulando mi ansiedad de aquella primera vez ante un especialista de la mente. Pase, que el doctor llegó hoy temprano, me dijo la secretaria. Y entré para observar a un hombre alto y buenmozo, recostado en la claridad de un ventanal, mientras leía El arte de amar. Cuando levantó la vista, sentí el estremecimiento unánime en cada célula de mi cuerpo.




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Invito al amigo @leonciocast a participar en el Concurso de Arte y Escritura #146.

Sort:  

El señor Quiroz, sospecho, era un hombre incomprendido, mal diagnosticado e injustamente hecho prisionero que simplemente tenía una suerte de premoniciones.

Es un gusto leer sus creaciones, estimado amigo.

Lo incomprendido resulta, por lo general, cuestionado y penado; eso al parecer le pasó a este personaje. Gracias por sus sabios comentarios, amiga. Saludos.

Creo que Juan Ignacio no se va a casar 😁. Espero que no lo haga porque la protagonista se estremeció sólo con la mirada de otro hombre. De verdad creo que existen las premoniciones. Muy entretenida tu entrada @cruzamilcar63. Un gran saludo!.

Juan Ignacio, de acuerdo con lo que sucede, parece que no será tomado en cuenta y ni siquiera sabrá a ciencia cierta por qué... Gracias por su atenta lectura y sus palabras, amigo. Saludos.

Gracias por publicar en #VenezolanosSteem
Creo que el esposo de Doña Paula no solo leía libros, sino también el futuro de las personas. Lo que lamento es que Juan Ignacio se quedará con el corazón roto, por no haber leído el libro: ***El arte de amar***, de Publio Ovidio Nasón.

Me encantó leerte. Gracias por estar. Un abrazo.

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Seguramente Juan Ignacio no tenía el dato sobre El arte de amar, porque quizás se hubiese puesto a leerlo. Gracias por sus comentarios y verificación, amiga. Saludos...

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