Concurso de arte y escritura #146 - La bocabierta
Uno de los insultos predilectos de mi mamá y mis tías era llamar bocabierta a la persona objeto de sus enojos. Para ellas un bocabierta era un ser absoluta y totalmente inútil e incapaz de acometer de manera acertada la más simple de las tareas.
También aquellos que hacían cualquier actividad con excesiva lentitud siempre y cuando esta tarea no fuese realmente delicada como una cirugía de corazón abierto lo cual no era común en la casa materna donde todas las labores consistían en hacer la limpieza, cocinar, lavar ropa y darles de comer a los animales.
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Ser interrogado por una de estas señoras y carecer de respuestas claras o tardar en responder era motivo más que suficiente para ser tildado de bocabierta aunque aquella demora en la emisión de las respuestas sea por la necesaria organización del pensamiento y la cautela para evitar decir algo comprometedor.
No saber preparar un plato de consumo frecuente también nos convertía en las bocabiertas del día y de inmediato todo el resto de la familia se enteraba de la falta de nociones culinarias de la bocabierta en cuestión. De tal manera que había que estar muy enterados de las labores del hogar y estar muy atentos a todo lo que ocurría dentro y a veces también fuera de él.
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Yo había visto a mis primas llorar ante la humillación de oír aquel insulto y ser expuestas ante cada persona del grupo familiar en la medida en que fuesen llegando a la casa de los abuelos que era donde vivíamos todos.
Como yo siempre andaba leyendo, no me ocupaba de labores domésticas y mi escasa colaboración en el hogar estaba más que justificada. Esto me mantenía a salvo de regaños e insultos pues me refugiaba en las páginas de mis libros.
Imagen ofrecida por @solperez en el post de invitación al concurso
En una oportunidad, mi abuela cayó enferma y tuvo que guardar cama por muchos días. El médico iba de modo interdiario a chequear su estado, dejaba indicaciones y se retiraba casi de inmediato.
Uno de esos días que el galeno fue de visita, una de mis tías me pidió que soltara el libro y que fuera a atender porque ella estaba en la cocina y no podía moverse de ahí.
Solté el libro de inmediato y acompañé al médico a la habitación de la abuela. Lo observé auscultarla y luego lo guie hacia la salida. Pensé que esa sería toda mi labor, pero una vez fuera de la casa, el médico se volvió hacia mí y empezó a hablar.
Yo le miraba, pero como era la primera vez que conversaba con un hombre con anteojos de una montura tan perfectamente redonda, traté de seguir el movimiento de sus ojos para percibir si se mantenían dentro del círculo de los lentes que tenían enfrente o si se permitían mirar en un sentido donde no mediara el cristal.
Efectivamente, el médico miró por encima de los cristales para buscar mi mirada y arqueó mucho las cejas. Yo moví mi cabeza afirmativamente y él continuó hablando. A causa de ese movimiento, los lentes descendieron un poco en el tabique de su nariz y, con uno de sus índices, él los subió nuevamente sin dejar de darme indicaciones.
Yo continué asintiendo y luego lo vi marcharse.
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Cuando entré a casa, mi tía ya venía a mi encuentro caminando rápidamente y secándose las manos con un pañito.
—¿Ya se fue?. —preguntó sin dejar de buscar al médico con la mirada. —¿Qué te dijo? ¿Cómo encontró a mamá?
No sé de dónde saqué valor para mirar a mi tía a los ojos, a esos ojos que me interrogaban incesantes mientras mi cerebro buscaba armar una explicación que estaba muy lejos de ofrecer. No pude articular palabra y en ese momento me di cuenta de que, aunque yo no estaba hablando, tenía la boca ligeramente abierta.
Eudis, mi hermana querida. Ah, cuento pa' bueno, mujer. A mí me vivían llamando bocabierta, porque siempre me la pasaba en las nubes, pensando en la inmortalidad del cangrejo. Todavía me pongo así cuando estoy escribiendo. De hecho, si alguien me llama o me interrumpe cuando escribo, pego gritos y salto de la silla. Creo que no soy muy normal, jeje, y que mi abuela y mi papá tenían razón cuando me llamaban así.
Tu cuento está genial.
Mi querido Carlos, qué gusto leer tu comentario y reír con tus ocurrencias (y con lo que te ocurre) jajajajaja
Tienes un don hermosísimo y es el de hacer sonreír a quienes tenemos la dicha de hablar contigo.
Yo también disfruto mucho de tus relatos -siempre impecables en su forma y contenido -que demuestran que eres un maestro en el arte de narrar y encantar con lo que cuentas.
Te envío un abrazote enorme y cálido.
Gracias, mi entrañable amiga. Espero que pronto nos podamos encontrar en Cumaná o donde sea para compartir cuentos. Saludos, mujer ooo,
Otra bocabierta más jejeje. Es extraño que en esa casa haya tenido tantos privilegios solo por ser (aparentemente) asidua lectora, pero por lo visto no era muy despierta tampoco. Esos mensajes negativos hacia los muchachos en verdad no ayudan.
Disfruté mucho tu historia, amiga.
Saludos, amiga @blessedlife. Era muy común escuchar esto en medio de un regaño por un olvido, una distracción, una labor mal realizada.
Gracias por pasar por aquí. Me alegra mucho que hayas disfrutado la lectura este relato.
Un abrazo.
Creo que muchas veces todos hemos pasado por ese trance de hablar con alguien y no estar pendientes de lo que dicen por concentrarnos en alguna particularidad de quien nos habla o al no saber asumir alguna tarea especifica. Claro no es muy bonito que nos digan bocabierta. Tenía mucho tiempo sin oír esa palabra.
Un gran saludo @eudisdiaz, muy buena publicación.
Sí, yo coincido contigo en esa distracción en la que seguramente todos hemos incurrido por atender más unos elementos de nuestro hablante o del entorno que el tema que estén tratando con nosotros. La falta de pericia para hacer algunas labores también nos aniquila cuando nos están observando. En ese momento nos sentimos más incompetentes. Y esos señalamientos de parte de quienes esperan que hagamos mejor las cosas ayudan muy poco con la adquisición de dominio o la concentración de la atención en aquello que nos ocupa.
Gracias por tu visita y por dejar tu huella en mi publicación.
Saludos.
En tu relato has mencionado algo muy importante: quien estudiaba tenía un trato preferencial. Ellos valoraban lo que muchos no lograron tener: estudios. Y por eso las profesiones y los profesionales, durante mucho tiempo contaron con el reconocimiento y respeto de toda una sociedad.
Lástima grande que eso se haya perdido, y que ahora dé lo mismo "Ser un burro que un gran profesor", como dice el tango "Cambalache".
Me encantó leerte. Gracias por estar. Un abrazo.
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Bocabierta, atarantada, encantada, dormida... todo lo que significase una falta de chispa en la persona era sinónimo de este calificativo que se convertía en sustantivo con frecuencia porque - artículo de por medio - tendía a sustituir el nombre de la persona a quien se le dirigía el insulto.
Eso que añades y que realmente me ha encantado que lo menciones es de gran importancia. El reconocimiento a las personas que estudian, que leen con avidez, que investigan, que reflexionan sobre diversos temas... antes eran tenidas en alta estima, gozaban del respeto y la admiración de todos y, muy importante, de un trato distintivo.
Gracias por tu lectura y tu comentario que completa muchos de los silencios de mi relato.
Abrazos para ti.
Así es, amiga. Creo que nuestros ancestros eran más inteligentes que nosotros, y eso que algunos ni conocieron la electricidad.
¡Holaaa Eudis!🤗
Que hermoso sería ver ese momento en el que los estudios que alguien realice, sean respetados y, es que ver cómo actualmente no hay un reconocimiento o respeto hacia ello, me asusta.
Te deseo mucho éxito en la dinámica... Un fuerte abrazo💚
Saludos fraternos, mi admirada @paholags.
Comparto ese sentimiento de espanto ante el desprecio que el mundo actual muestra al conocimiento, a la formación seria y, por ende, a quienes se dedican a prepararse intelectualmente. Hasta lástima hacia quienes se dedican a las actividades intelectuales he observado por parte de algunas personas que valoran más otras formas de lograr la subsistencia.
Sí, sería muy lindo ver que se valore la formación intelectual.