De ella aprendí todas las canciones de Julio Jaramillo, Olimpo Cárdenas, Tania, Alfredo Jiménez, ...

Y ella cuando lavaba cantaba la canción "Consejo de oro", un tango que popularizó Héctor Lavoe:

Yo era un muchachito cuando murió mi viejo
Fue tanta la miseria que mi viejita y yo
Comíamos llorando el pan mugriente y duro
Que en horas de miseria mi mano mendigó
Mi pobre viejecita lavando ropa ajena
Quebraba su espinazo al pie del tinajón
Por míseras monedas con que calma esa pena
Las crueles amarguras de nuestra situación

Y cuando sabía de la enfermedad mortal de algún amigo, cantaba el Tísico, de Lucho Barrios:

No me beses que estoy muy enfermo
No me beses te pido por favor
Hace tiempo no como ni duermo
De pensar en este cruel dolor
Mucho tiempo ya llevo postrado
En la cama de un hospital
Ya la ciencia me ha desahuciado
Contagioso y malo dicen que es mi mal.

Y mamá aprovechaba de llorar, entre canción y canción; y yo la veía como un personaje de novela, que ocultaba sus lágrimas para no darle a nadie explicación sobre sus sentimientos.

Así me las fui aprendiendo todas. Al principio como un lorito que no le prestaba atención a las letras, y cuando fui creciendo y me detuve en cada una de las estrofas de estas canciones, entonces tambien lloraba como mi mamá, a veces sin razón alguna.

Pero mamá no solo lloraba con las canciones; no, señor, ella también reía, y mucho, a carcajadas. La gente dice que yo heredé su risa. Y había canciones que ella no podía escuchar, porque así estuviera en un funeral, se paraba a echar un pie. A mí me pasa lo mismo con muchas canciones. Quizás por ello nunca he pasado más de seis meses con luto, jajaja.

Entre las tantas canciones que me hacen levantarme de la silla destaco las de Héctor Lavoe, y recientemente hay un free cover, de Adelmo, Néstor Rivero y Sócrates Cariaco, que es lo máximo. Eso pone a bailar hasta a un paralítico: