1 imagen 1 historia: "Bartolo y el viejo Lombardo"

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Cuando Elizabeth llegó al barrio, hacía apenas un mes, su vecina de al lado, Susana, después de darle la bienvenida con esmerada amabilidad, le aseguró que se había mudado a un lugar muy tranquilo, pero le advirtió que el único individuo malencarado y gruñón que vivía allí, dos casas más allá de la suya, era el viejo Lombardo; un hombre solitario que todos suponían que era europeo y a quien los niños le temían, ni siquiera osaban acercarse a su casa porque su penetrante mirada los aterrorizaba.

Fue por esa razón que Elizabeth, el día en que "Bartolo", su apreciado gato, desapareció por dos eternas horas, puso el grito en el cielo cuando lo vio saltar en el jardín de ese hombre con el que ninguna persona del lugar había tenido trato alguno. Su pequeño minino, para colmo, llevaba en la boca un muslo de pollo y la mujer, en cuanto lo tuvo cerca, se lo arrebató en seguida para echarlo a la basura, "quién sabe si ese tal Lombardo quiere envenenarte por ir a meterte en su casa", dijo en voz alta, esperando que el animalito la entendiera y tuviese más cuidado la próxima vez.

Su amiga Susana, apenas se enteró de las andanzas de "Bartolo", le comentó que al menos dos perros habían desaparecido en los meses pasados y todos los vecinos sospechaban que se encontraban enterrados en el patio del viejo Lombardo, ya que vieron esas mascotas merodeando por los alrededores de su casa. Elizabeth, ante aquellos rumores, aseguró sin contemplaciones puertas y ventanas, sin embargo, el gato se las arreglaba para escaparse y regresar a su hogar cuando se acercaba la hora de dormir. Hasta que sucedió lo que más temía: Una noche "Bartolo" llegó herido en una pata y ella juró que recabaría pruebas contundentes para enviar a prisión a ese ser tan despiadado con los animales.

Al día siguiente, el gato desapareció más temprano de lo que acostumbraba; a media mañana, cuando la mujer lo buscó para llevarlo con ella al mercado, ya no estaba. Caminó hasta la casa del viejo Lombardo, mientras lo llamaba y fue entonces que escuchó sus desesperados maullidos, venían desde adentro con la obsesiva insistencia de quien está pidiendo ayuda. En esos momentos Elizabeth no pensó en más nada, sino en correr hacia la puerta para salvar a "Bartolo"; con un angustioso empellón la abrió sin dificultad para quedarse pasmada ante aquella escena: El viejo Lombardo estaba desmayado en el suelo, solo se le escuchaba un hilo de respiración, y "Bartolo" daba vueltas a su alrededor, mientras maullaba solicitando auxilio para el amigo…

Una vez que los médicos que Elizabeth llamó de inmediato, atendieron y se llevaron en la ambulancia al hombre, ya fuera de peligro, para continuar atendiéndolo en el hospital, ella se dio cuenta, al observar con más calma el hogar del viejo Lombardo, que su gato tenía allí también una cómoda cama con sus cobijas, unas bolas de felpa para jugar y un plato especial para la comida.

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