Cuando yo era niña

Lluvia, lluvia, vete; vuelve otro día. Los niños pequeños quieren jugar. Lluvia, lluvia, vete Esta es la primera canción que recuerdo haber cantado de mi infancia. No recordaré ninguna otra canción de inmediato hasta que me devane los sesos o me lo replantee. Mi infancia fue divertida. A veces desearía poder volver a esa vida, pero es prácticamente imposible volver a mi infancia, donde te alimentaban con cuchara y te cuidaban. No es de extrañar que una cantante nigeriana cantara "Adulthood Na Scam". Ella conoce las implicaciones de ser niño. No puedes jugar bajo la lluvia de adulto.

Esta es una foto mía de cuando era niño. Ya era mayor de edad, aunque no me consideraban niño, pero no cumplía los 10 años. La foto de abajo muestra cómo arrasé en la matriculación de mi hermana en Calabar. Por aquel entonces, ahorraba muchísimo. Me daban 50 nairas para comprar bolitas de queso en las vacaciones, pero me mataba de hambre hasta el punto de que los profesores se preguntaban si no comía. Al terminar el trimestre, rompía mi alcancía para comprarme unas zapatillas. Así nació esta zapatilla. Por aquel entonces era un niño calculador. Todo lo que me ponía lo compraba yo. Mi duro trabajo de 5 meses, privándome del almuerzo solo para ahorrar.

Esta es una foto mía con el goteo, ya que era mi primera vez en Calabar. Tenía que parecer un chico de Uyo. Me quité la camisa, el chaleco blanco y los vaqueros y entré a la escuela con mi madre. Al ver a mi hermana, me alegré y me tomé fotos con ella usando el teléfono de mi madre. Mi peinado era mayormente ponk, como solíamos llamarlo. Mi cuero cabelludo estaba calvo, mientras que una pequeña parte quedaba delante de mi cabeza como peinado. Así que la historia detrás de esta foto es mi primer viaje fuera de mi estado. Fue memorable.

Mi mejor recuerdo de la infancia fue predicarle a un policía. Tenía unos 7 años cuando le prediqué a un policía que quería detener a mi padre por conducir una motocicleta. Bueno, así fue. Las motocicletas se usaron en las carreteras comerciales desde principios de la década de 1980 hasta 2008, para ser precisos. Se les prohibió circular por la carretera y, en su lugar, trajeron triciclos, vehículos de tres ruedas. Bueno, esto fue lo que pasó.

Un día fatídico, nos costó ir a nuestras reuniones para recibir educación espiritual de las Escrituras porque escaseaban los vehículos y mi papá tenía una bicicleta. No queríamos violar la ley ni perdernos la reunión. Así que mi papá sacó su motocicleta y condujo por la carretera comercial, pero con cuidado de no ser bloqueado.

Desafortunadamente, la policía lo bloqueó y amenazó con quitarle la bicicleta después de mucho rogarle que teníamos una emergencia que atender. Hicieron oídos sordos hasta que mi yo más pequeño habló. Saqué una canción de mi bolso que decía:

¿Acabará alguna vez el sufrimiento? Con mi vocecita, les dije que Dios no quería que los humanos sufrieran como sufrimos hoy, y que había prometido que nadie pasará hambre, morirá ni enfermará en el futuro. El sufrimiento terminará y él eliminará la muerte por completo de la tierra. Mi padre intentó callarme, pero el policía lo detuvo. El policía me preguntó de dónde había sacado todo ese conocimiento. Le dije con valentía que lo había sacado de donde nos impedía ir.

Le dije que vamos allí todas las semanas para recibir consuelo y ánimo cuando enfrentamos dificultades en la vida. Sonrió. ¿Cómo podía ser tan brillante? Le dije que me estaban capacitando semanalmente sobre lo que dice la Biblia. Entonces terminé diciendo que un día; él no volverá a enfermar ni a sufrir. Sacó 500 nairas de su bolsillo y me dio un sermón. Luego les pidió a mis padres que consiguieran su número y que lo llamáramos siempre que necesitáramos ayuda con problemas de seguridad o amenazas.

Después, salimos para nuestra reunión y agradecimos a Dios por haber llegado sanos y salvos. Aporté esas 500 nairas como ofrenda. Mis padres estaban orgullosos de mí y de mi valentía. Hasta ahora, sigo diciéndoles a muchos que un día, nadie enfermará, nadie morirá y nadie sentirá dolor.

¿Tranquilo? ¿Yo, tranquilo? Nunca fui tranquilo. De niño, era extremadamente travieso. Mis padres y profesores me presionaban, pero yo seguía sus consejos con firmeza. En clase, cogía el apunte del profesor y lo escondía en la mochila de mi compañero. Cuando el profesor quería buscar, lo encontraba en la mochila de alguien inocente y lo azotaba. Mi yo travieso se reía a carcajadas. Casi siempre le pegaba un papel en la espalda a alguien con la inscripción: «Dame una bofetada y te daré 200 nairas». La persona no se daba cuenta hasta que empezaba a recibir bofetadas. Así de travieso era de niño. Era uno de los famosos matracas de la clase. Hago ruido sabiendo perfectamente que mi nombre está en la lista de matracas. A veces, escribo mi nombre en la pizarra por si no saben escribirlo.

La broma más grande que hice de niña fue asustar a mis hermanos por la noche. Cuando la noche era densa, me ponía un vestido blanco y me quedaba de pie junto a la puerta, esperando a que saliera alguno. Imagínense cómo me moriría de miedo... Fue muy gracioso en ese momento. La mayoría de las veces, los castigos vienen después porque también asusto a mis padres. Era caro, pero en ese entonces no sabía la gravedad de esas bromas.

De niño, jugaba mucho. Estas son algunas de las actividades alocadas que solía hacer en mi infancia. Jugar bajo la lluvia era fundamental. Salíamos a la calle, saltábamos al agua y nos bañábamos. La diversión de tomar esta corriente como un arroyo o algo así era lo que nos daba alegría.

Casi siempre, jugábamos con toboganes en terrenos fangosos cuando llovía. La imagen de abajo refleja a la perfección mis juegos de infancia. Durante la temporada seca, jugábamos con escobas y las usábamos con cintas de pan como ropa. Tallábamos personas de papel y las hacíamos hablar como si fueran humanos de verdad. Jugar con piedras y otros objetos inertes era nuestro juguete principal, ya que no estábamos expuestos a los juguetes modernos.

Contest link

I invite @kafio, @dove11 and @lunasilver