Empiezo el día con mucho frío, ya que anoche, después del servicio misionero, donde predicamos la palabra de Dios en una zona con muchas granjas y los hermanos viviendo en diferentes campos, tuvimos que pasar la noche en la granja del pastor. Hoy amaneció muy frío, ya que tuvimos que dormir al aire libre y todo amaneció fresco y nublado.

Me levanté temprano y me puse mi chaqueta porque hacía mucho frío y la mañana amaneció nublada, lo que me hizo caminar por parte de la finca del pastor mientras la mayoría de los misioneros aún dormían.

Intenté caminar mucho y moverme para calentarme y aliviar el frío. Me dirigí a la zona donde había plantaciones de yuca, que parecían listas para la cosecha.

Cerca de las yucas había plátanos y ciruelas, y lo curioso era que había ciruelas maduras por la lluvia, ya que la temporada de ciruelas había pasado.

El campo se veía precioso con la neblina, lo que me permitió relajarme en el fresco ambiente natural.

Me dirigí hacia el limonar, y lo curioso fue que la mayoría de los limones habían sido arrancados, al igual que el guayabero. Aproveché la mañana para explorar, ya que teníamos que regresar temprano a nuestra ciudad y hacer algunas compras.

Mientras caminaba por el campo, el frío arrulló a los hermanos misioneros.

Finalmente, los misioneros se levantaron y nos preparamos para desayunar en casa de una hermana donde se celebró el servicio anoche. Desafortunadamente, la camioneta tenía una llanta pinchada y no podíamos perder tiempo. Tuvimos que ir a un pueblo cercano a repararla y regresar a nuestro pueblo natal, Cantaura. Por suerte, llegamos sanos y salvos. El pastor tuvo que comprar una llanta usada, ya que la llanta pinchada no garantizaba su uso continuo.

Por la tarde, llovió y me quedé tranquilo en casa, recordando lo agradable que fue la mañana en el campo.