Sin Navegante, No Hay Rumbo

Cuida la brújula de tu vida antes de que el barco se pierda...
Ese navegante, en su forma más perfecta y sabia, es Dios. Él no solo conoce el mapa completo, sino que también entiende las corrientes ocultas, las tormentas que se aproximan y los puertos seguros donde descansar. Sin Él, nuestra brújula se desorienta y nuestra vida empieza a moverse al capricho del viento y las olas.
"Si tu vida va a la deriva, revisa quién lleva el timón"
Pero aquí hay algo importante: en este viaje, Dios no solo quiere llevarnos a puerto, también quiere enseñarnos a navegar. Su Palabra es como el manual del timonel, lleno de principios, advertencias y rutas probadas. Cuando la leemos, no solo encontramos dirección espiritual, sino también sabiduría para la vida diaria: cómo manejar las relaciones, cómo tomar decisiones difíciles y cómo mantener la calma en medio del caos.
Ahora bien, Dios puede ser el navegante principal, pero Él también nos permite aprender a dirigir con lo que nos enseña. Esto es donde entra la disciplina. Porque un barco no avanza solo por tener a un buen capitán; necesita una tripulación que obedezca, que mantenga las velas firmes y que siga las instrucciones. En nuestra vida, esa “tripulación” son nuestros hábitos, nuestra constancia y la capacidad de aplicar lo que aprendemos.
"Dios no solo guía, también enseña a navegar"
Hay personas que dicen: “Yo confío en Dios” pero dejan el timón descuidado, como si la fe fuera una excusa para no actuar. La verdad es que Dios nos guía, pero espera que pongamos manos a la obra. Que si Él nos dice: “Evita esas aguas peligrosas”, no insistamos en ir hacia allá. Que si Él nos marca un destino, no nos quedemos anclados por miedo o comodidad.
Cuidar al navegante significa cuidar la conexión con Él: pasar tiempo en oración, en silencio para escuchar su voz, en su Palabra para entender su dirección. Y luego, usar lo aprendido para vivir con intención, disciplina y firmeza.
"Con Dios al mando, incluso las olas te impulsan"
Si hoy sientes que tu barco está a la deriva, que has estado dando vueltas sin llegar a ningún lado, quizá es hora de volver a la cabina y preguntar: “Señor, ¿a dónde quieres llevarme?”. Él nunca te dejará a la suerte del mar; siempre tendrá un puerto seguro para ti, aunque el viaje incluya tormentas.
Recuerda: sin un navegante, un barco está condenado a perderse. Con Dios al mando, incluso las olas más grandes se convierten en parte del viaje que te llevará a tu verdadero destino.
"Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos."

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Las imágenes que son presentadas en el post son sacadas de la biblioteca PEXELS y están libres de derechos de autor. Todo el escrito es totalmente original y escrito por mi persona. No ha sido alterado de ninguna forma.
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Hola querido amigo, gracias por compartir tan bonito mensaje con nosotros 🙏🏻.
Como una recomendación con mucho cariño, quiero recordarte que cada publicación debe tener como mínimo 3 imágenes de tú propiedad, o en su defecto con su link si no te pertenecen o la sacaste de internet. Te mando un fuerte abrazo 🤗
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