One night in Buenos Aires || Una noche en Buenos Aires [ENG/ESP]

One night in Buenos Aires, the Obelisk stood majestically under the clear sky, illuminated like a beacon amidst the constant hustle and bustle of the city. It was a Friday, and although the streets were quieter than usual, a special energy floated in the air.

Lucía, an amateur photographer, stopped at the edge of Avenida 9 de Julio, gazing at the scene before her. She had been dreaming of capturing the essence of Buenos Aires at night for weeks, and this moment—with the lights of the billboards reflected on the old buildings, and the Obelisk as an eternal witness—was perfect.

Just as she focused her camera, a group of street performers began setting up their improvised stage at the foot of the monument. Tango dancers, bandoneon players, and even a couple of tourists who dared to improvise a few steps. The city, as so often, seemed to wake up even more with the setting sun.

Lucía took the photograph at the exact moment the neon lights and the movement of the people created a spontaneous choreography. She knew she had captured more than just an image: she had captured a piece of Buenos Aires's vibrant, melancholic, and magical soul.

That night, looking at the photo on her camera, she smiled. Buenos Aires never sleeps, she thought, and always has a story to tell.

Una noche en Buenos Aires, el Obelisco se alzaba majestuoso bajo el cielo despejado, iluminado como un faro en medio del constante vaivén de la ciudad. Era viernes, y aunque las calles estaban más tranquilas de lo habitual, se sentía una energía especial flotando en el aire.

Lucía, una fotógrafa aficionada, se detuvo al borde de la avenida 9 de Julio, mirando la escena frente a ella. Llevaba semanas soñando con capturar la esencia de Buenos Aires de noche, y ese instante —con las luces de los carteles reflejadas en los edificios antiguos, y el Obelisco como testigo eterno— era perfecto.

Justo cuando enfocó su cámara, un grupo de artistas callejeros comenzó a montar su escenario improvisado al pie del monumento. Bailarines de tango, músicos de bandoneón, y hasta una pareja de turistas que se animaron a improvisar unos pasos. La ciudad, como tantas veces, parecía despertar aún más con la caída del sol.

Lucía tomó la fotografía justo en el momento exacto en que las luces de neón y el movimiento de la gente creaban una coreografía espontánea. Sabía que había capturado algo más que una imagen: había atrapado un pedazo del alma porteña, vibrante, melancólica y mágica.

Esa noche, al mirar la foto en su cámara, sonrió. Buenos Aires nunca duerme, pensó, y siempre tiene una historia que contar.