Códigos entre pasillos
El edificio de Tecnologías Aplicadas de la Universidad del Valle amanecía distinto. En los pasillos, los estudiantes de ingeniería hablaban con una mezcla de ansiedad y entusiasmo. La dirección académica había lanzado una convocatoria:
“Diseñar un proyecto de desarrollo de software que mejore los procesos del campus o de su entorno social.”
La meta era clara: un proyecto planeado, no improvisado.
El profesor Daniel Ortega, encargado de coordinar la iniciativa, sabía que no bastaba con pedir “una app”. Quería que sus alumnos aprendieran a planear antes de programar: definir objetivos, calcular recursos, estimar costos, establecer métricas y dar seguimiento.
Así nació el Laboratorio de Planeación de Proyectos Digitales, un espacio donde los estudiantes analizarían problemáticas reales del campus: energía, seguridad, gestión académica, salud mental, acceso, movilidad, e incluso bienestar docente.
Durante la primera sesión, Daniel pidió a sus alumnos que describieran qué problemas veían en su entorno.
De pronto, la pizarra se llenó de frases:
- “Los reportes de mantenimiento tardan semanas.”
- “Nadie sabe cuánta energía se gasta por salón.”
- “La biblioteca no tiene control digital de préstamos.”
- “Los alumnos con discapacidad no reciben alertas adaptadas.”
- “El comedor universitario desperdicia alimentos.”
- “No hay seguimiento de tutorías.”
- “El transporte interno no tiene horarios visibles.”
Daniel los observó y sonrió.
“Aquí tienen diecinueve problemas. Y diecinueve posibles proyectos. Pero antes de escribir una sola línea de código, deberán planearlos.”
Esa tarde, Daniel les explicó que la planeación del proyecto de desarrollo de software no es solo una formalidad, sino la columna vertebral del éxito.
Les pidió seguir cinco pasos, que formarían la estructura de su entrega final:
- Definir los objetivos de la planeación del proyecto.
- ¿Qué se quiere resolver realmente?
- ¿Qué impacto se busca? - Identificar los recursos necesarios.
- Humanos: ¿cuántos programadores, diseñadores, testers?
- Técnicos: ¿qué lenguajes, frameworks, servidores, APIs?
- Materiales y financieros: ¿qué herramientas son gratuitas y cuáles requieren inversión? - Establecer métricas y KPI’s de productividad y calidad.
- ¿Cómo se medirá el avance?
- ¿Qué indicadores mostrarán que el software funciona correctamente? - Realizar la estimación de costos.
- ¿Qué vale el tiempo del equipo?
- ¿Cuánto cuesta cada fase del desarrollo? - Elaborar el plan del proyecto y su seguimiento.
- ¿Qué actividades incluye el cronograma?
- ¿Cómo se reflejan en un diagrama de Gantt?
- ¿Cómo se evaluarán los avances semanales?
El reto no era programar, sino ** pensar como arquitectos del proceso**.
A lo largo de las semanas, el laboratorio se convirtió en un ecosistema de ideas.
Cada equipo eligió un problema, y sin darse cuenta, Daniel había logrado que un solo caso de estudio generara diecinueve proyectos distintos.
Algunos ejemplos emergentes:
- EcoData: plataforma para medir el consumo energético de los edificios.
- MediApp: sistema de registro de primeros auxilios y seguimiento médico.
- FoodLink: aplicación para gestionar el sobrante del comedor y donarlo.
- TransiValle: rastreo de rutas y tiempos del transporte interno.
- SafeCampus: app de seguridad universitaria con alertas geolocalizadas.
- TutorNet: sistema de seguimiento académico y emocional de estudiantes.
- DocuTrack: control digital de préstamos en biblioteca.
- InnovaLab: repositorio de proyectos estudiantiles con métricas de impacto.
- CleanTech: monitoreo de sensores de mantenimiento en tiempo real.
- EqualAccess: notificaciones adaptadas para estudiantes con discapacidad.
- MentorAI: acompañamiento automatizado para la orientación vocacional.
- SkillMap: app para medir habilidades y progreso de los alumnos.
- GreenCampus: cálculo de huella ecológica de las facultades.
- RecyCode: gamificación del reciclaje electrónico.
- SmartClass: control inteligente de asistencia y equipos por aula.
- ComedorPlus: sistema predictivo para compras del comedor.
- Eventia: gestor de eventos universitarios con registro y métricas de participación.
- Audit360: módulo de transparencia sobre presupuestos estudiantiles.
- TimeMentor: aplicación de productividad académica para profesores.
Cada equipo aplicó los mismos principios, pero con distinta perspectiva: los cinco ejes de la planeación se replicaban como un patrón lógico entre mundos diferentes.
Al final del semestre, Daniel pidió una última entrega:
“No quiero su código. Quiero su plan.”
Los estudiantes entregaron carpetas digitales con:
- Nombre del proyecto.
- Problemática detectada.
- Objetivo general y específicos.
- Recursos humanos, técnicos y financieros.
- Métricas y KPI’s de seguimiento.
- Estimación de costos.
- Descripción de actividades.
- Diagrama de Gantt.
Daniel sonrió al leer la propuesta de EcoData, que comenzaba así:
“El verdadero software no empieza en la pantalla, sino en la mente que sabe hacia dónde quiere llegar.”
La planeación se había convertido en el código invisible que unía a toda una generación.
Los estudiantes comprendieron que programar sin planear es como construir un puente sin calcular su peso.
Daniel concluyó el ciclo mirando el pizarrón vacío y pensó:
“Ningún algoritmo es tan poderoso como una idea bien planeada.”