Un Concurso Misterioso: El intachable amigo que debió marcharse

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El único amigo imaginario que tuve, siendo un niño de siete u ochos años aproximadamente, estuvo a mi lado solo por seis meses, desde junio hasta diciembre; no había terminado el año todavía cuando me dispuse a romper relaciones con él y me empeñé en olvidarlo, en que nunca más regresara. Al principio, en el momento en que apareció en mi mente porque quizás de manera inconsciente yo mismo lo llamé, pensé que se convertiría en un compañero muy especial, ya que se trataba de alguien que habitaba en una abstracta dimensión desde donde podía, con su poder y su condición inmaterial, realizar actos milagrosos, aprovechar sus aptitudes para experimentar todo aquello que se nos antojara.

Sin embargo, la relación que se estableció entre nosotros dos estuvo signada siempre por la confrontación, por el desacuerdo, por una eterna discusión en la que mi amigo imaginario quería tener todo el tiempo la razón y para demostrarme que así debía ser apelaba, muchas veces, a una rebuscada palabrería que solía pronunciar en un tono solemne, con la intención de impresionarme, de hacerme entender que sus visiones estaban mucho más allá de mis infantiles expectativas. Más de una vez, contrariado y molesto, lo llamé pedante y le recriminé su excesivo apego a la rectitud y la moralidad, le echaba en cara su monumental error de querer convertir a un pequeño como yo que solo aspiraba a divertirse en un dechado de virtudes.

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Con mi amigo imaginario.

En aquel tiempo de mi niñez, en Mucoelrío, el pueblo donde nací, todos los muchachos desde muy pequeños tenían una china (resortera o tirachinas) con la cual le lanzaban piedras a cuanto animalito se le atravesara por el medio, lagartijas, pájaros, rabipelados y hasta a las gallinas del patio cuando era necesario; nada había de extraño en ello, eran otras épocas y otros ámbitos. Mi amigo imaginario, sin embargo, no podía verme con una china en las manos porque en seguida comenzaba a decir que eso era un instrumento de destrucción, que no se podía andar por allí atentando contra las criaturas de Dios, que mis actos serían castigados algún día y un montón de consejos más que, aunque no me gustaban, terminaba por escucharlos y considerar seriamente que podía tener razón.

Y así era con todo. Resultaba inapropiado igualmente hacerles trampas a los demás amigos en cualquier juego, las groserías o malas palabras debían erradicarse de mi vocabulario, las mentiras eran un grave pecado, no era aceptable que fuese desobediente con mis padres, jamás se les debía faltar el respeto a las personas mayores y, sobre todo, tenía que ampliar el repertorio de mis oraciones; eso de decir nada más, a la hora en que debía irme a la cama, que con Dios me acuesto y con Dios me levanto… no bastaba, era necesario aprenderme unas cuantas más.

A pesar de que nuestros acalorados desencuentros ocurrían a cada momento, porque a fin de cuentas yo era un niño que quería divertirse de la forma despreocupada en que los demás lo hacían, la imaginaria amistad con aquel chiquillo se extendió hasta el 25 de diciembre. Ese día sí fue verdad que me decepcionó totalmente. Se lo recalqué con todo el dolor que llevaba por dentro: "Cómo es posible, Niño Jesús, que ni siquiera ahora que hemos sido amigos desde hace meses tú te hayas dignado a traerme un regalo como a todos los demás; mejor te marchas de mi mente porque nada tengo que agradecerte".




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Nota: las imágenes que no están referenciadas con su fuente fueron creadas con Freepick IA.

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Gracias por su apoyo...

Esos amigos imaginarios, que tienen voces, a veces pueden decepcionarnos mucho, pero también pueden llegar a alentarnos para superar contratiempos y aflicciones de la vida. Me encantó leerte. Suerte.

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A fin de cuentas, los amigos imaginarios son parte de la conciencia, la cual nos induce a buscar alguien para jugar y para que se comporte como un controlador de nuestros excesos. Gracias por su lectura y sus palabras, amiga. Un gran saludo.

Así es. En palabras carupaneras diríamos que "Todos tenemos un tirito de locos", jajaja.

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Lo que pasa es que en los ámbitos carupaneros a veces no es un "tirito" sino un disparo de cañón...

Jajajaja. Así es, jajaja.

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Qué buen relato, mi amigo. Nos has presentado de manera muy atractiva esa relación breve, pero muy intensa, que puede tener un niño con su amigo imaginario. Destaco la capacidad de Amílcar-niño para decidir la conveniencia o no de esa amistad donde uno parecía ser el jefe, el que impartía las órdenes y el otro se sometía a los dictámenes del que sabe cómo son las cosas. Excelente narrativa.
Un abrazo.

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Quizás el Amílcar-niño se encuentra condicionado, en el presente, por el Amílcar-adulto que recuerda aquellos días, pero de todas maneras esa son las consecuencias cuando el amigo imaginario es el Niño Jesús. Gracias por sus invalorables comentarios, amiga. Un gran saludo.

Greetings dear !
What a beautiful story. I like how you describe your imaginary friend and the possibilities he represented. Your writing brings back childhood memories. Your imaginary friend "Baby Jesus" seems like a complex character with a strong moral compass. The way you describe his elaborate verbiage and solemn tones is brilliant. It is clear that you have a talent for storytelling . Thanks dear for sharing it with us. Good luck 🤞