La prudencia / "En boca cerrada no entran moscas"

La prudencia, la mayor parte de las veces, significa precaución. Es decir que debes ser cauto principalmente a la hora de hablar, porque, de lo contrario, si te vas de la lengua, si hablas más de lo debido, puede que te metas en líos y hasta salgas con un ojo morado o, como sucede comúnmente en Venezuela, si te pones a hablar pestes del gobierno, puede que te den una patada por el trasero y te metan preso hasta que a los agraviados les dé la gana de sacarte de la prisión.

De modo que, un montón de veces en nuestras vidas tenemos que tener presente la frase que dice: “En boca cerrada no entran moscas”. De lo contrario, por andar de bocones nos complicamos la existencia. Existe además un proverbio chino que dice: “Piensa dos veces antes de hablar”, y verdaderamente, cuantas veces habremos metido la pata en nuestras vidas a causa de no tener cuidado con lo que decimos.

Por otra parte, la prudencia no solo debe estar en nuestra capacidad de decir las cosas (por la vía oral o escrita); sino también en nuestras acciones, porque si obramos de forma equivocada, sin considerar que lo que hacemos va a perjudicar a otros, entonces pecaremos por imprudentes. Si, por ejemplo, conducimos un vehículo violando una serie de normas de tránsito como: manejar a exceso de velocidad, pasarse la luz roja, irrespetar los pasos de peatones, estacionar en lugares prohibidos, atropellar animales, etc., todo eso nos puede catalogar como imprudentes de primera línea o como simples malvivientes o ciudadanos de baja ralea.

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De repente, puede que nos convirtamos en seres silenciosos e inmóviles, ante el temor a equivocarnos al decir o al hacer las cosas. No es fácil ser una persona 100% prudente, porque por algo somos seres humanos, con virtudes y defectos. Sin embargo, la mejor opción es controlar la lengua y tener sumo cuidado con cada uno de nuestros actos.

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