Saludos mis queridos amigos digitales

Gracias al scouter @fjjrg por proponer este tema, que nos motiva a jugar con la imaginación o con la memoria a partir de un relato y una imagen. De verdad son muchos los recuerdos que tengo de la Sierra de Perijá.

También quiero invitar a @venecineaudio @jesusnunez @thaizmaita y @zory23 para que se unan a este concurso , porque estoy seguro que redactarán un cuento reflexivo y emotivo.

El nombre

(Así inicia el cuento) Daniela, Aimée, Adriana, Nathaly, Eduardo y David, pertenecen al mismo Clan, este día inicia una aventura, subirán junto con Rovers de otros clanes a la Sierra de Perijá, al punto donde se encuentra la aldea de Chirimi, una de las más comunidades indígenas más alejadas y ubicada en las más recónditas montañas. El viaje inicia con un pequeño retraso por el transporte, llegó a recogerlos 2 horas luego de la pautado, por lo que los guías ya sabían que iban a llegar de noche a la comunidad. Aunque debían apretar el paso, no se podía recuperar el tiempo perdido. Llegaron al punto donde se interrumpió la carretera y debían continuar caminando, solo esperaban por las mulas que cargarían la comida, ropa, medicamentos, libros y los implementos de pintura que llevaban para la comunidad.
Las mulas llegaron con una hora de retraso, ya se acumulaban 3 horas, el tiempo amenazaba lluvia, solo habían dos opciones, pernoctar en el sitio o avanzar de inmediato, decidieron avanzar. Se inició la marcha, empezó a llover, al llegar al primer cruce del río, el guía les dice...

Que buen campamento

(Ahora mi participación)

-Muchachos, ha llovido mucho en la cabecera y el río está crecido. No hay manera de que lo crucemos caminando ni con las mulas. Vamos a acampar aquí y mañana vemos si ha bajado.

Adriana, Nathaly y Eduardo ya antes habían subido a la Sierra y la conocían, no tenían apuro por pasar una niche en el río y emprender la subida a Chirimi en la mañana, luego de desayunar. Pereo el resto estaba ansioso y quería llegar a la comunidad lo antes posible, porque habían escuchado maravillas del paisaje, de las bondades de la naturaleza y sobre todo de la gente de la comunidad.

Pero una cosa era clara: había que antender las observaciones y consejos del guía si querían tener un viaje seguro.
Así que bajaron los morrales, sacaron las carpas y se dispusieron a limpiar el terreno donde acamparían: no tan cerca ni tan lejos del río. En un plano que les permitiera comodidad y que no les afectara si llovía o crecía el cauce del río.

Acampando en el río

Buscaron ramas y hojas secas y se dispusieron a prender la fogata, tanto para iluminarse como para preparar una sopa que los mantuviera calentitos durante un rato, antes de que cada uno tuviera que esconderse en el sleeping y dormir un sueño raparador para el día siguiente.

Una vez que comieron, contaron chistes, viejas anécdotas de tropa y hasta de la manada y planificaron lo que harían los tres días que acamparían en Chirimi, si es que llegaban.

La tertulia se mantuvo alegre gran parte de la noche, y cuando ya decidieron que era hora de acostarse, un gruñido seco los mantuvo en silencio por un par de minutos.
Venía desde la parte alta de la sierra y por lo que habían escuchado no se trataba de un felino o de un mono, aunque no sabían con exactitud qué tipo de animal podía haber lanzado ese sonido.
-Es un “mashiramo” -les dijo Julio, el guía con la naturalidad de quien habla de una mascota.
-¿Un qué? -preguntó Daniela intrigada. Era la primera vez que escuchaba esa palabra, y en ese contexto no creía que fuera bueno integrarla a la conversación.
-Un mashiramo, un oso frontino. Sé que hay algunos por la parte baja de la sierra, y que se han cruzado con los yukpas de la zona, pero no sabía que estaban tan abajo -dijo Eduardo.
-La lluvia lo sacó de su cueva y seguro está molesto -señaló Julio con tranquilidad. Vamos a dormir pero no apaguen la fogata.
Esa noche nadie apagó la fogata... y nadie durmió.

Acampando en el río

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