¡SALTA VALIENTE!

in #spanish7 years ago


("Salto, Abismo, Saltar, Persona, Coraje, Hombre, Brecha" Fuente: https://pixabay.com/en/leap-jump-chasm-jumping-person-456100/ Fecha: 08/02/2018)

Es un salto de verdad. No es un brinco. No es saltar sobre un trampolín y llegar al mismo lugar. No es rebotar contra el suelo. No, no es nada de eso. Esto es saltar a lo imposible. Es mear sobre el abismo, luego de mirarlo y dejar que él te mire. Y después, saltar y atravesarlo. Saltar es caminar en el aire. Es como digo en algún lado (o lo digo ahora) “…mecerse en columpios solares y saltar, para correr por las calles, lleno de insomnio de la nueva luz”. Y es así como se puede establecer una línea paralela entre “yo no sueño” y “vida acuática”. No, no es una línea. Es un salto que deja una huella del pie que se despega del suelo y el otro que rompe el aire y luego el cuerpo queda suspendido, dibujando quizá un arcoiris invisible, soñable quizá por criminales del sueño. Es un salto con efecto Coriolis, un salto para caer equívocamente en el blanco. Un salto con vértigo, aquel de pasar la noche en vela, suspendido en la noche. Flotando en ella, como en una piscina. Porque este salto tiene sus coordenadas y su tiempo: comienza en la habitación, llena de libros, de hojas y una computadora esperando, alcanza su cénit en las calles de la ciudad, plena de luces artificiales y transparencias y culmina en una piscina, ya en pleno día. En un salto así, es posible perderse. Es casi seguro que vas a caer en otra parte, por eso, hay que ajustar la puntería. Por eso menciono el efecto Coriolis: en un salto así, hay una interferencia que te hace caer en otra parte. Por ejemplo, ¿por qué las piscinas se convierten en caldo para destilar recuerdos? Pienso, que en parte, tiene que ver con el hecho de que en una piscina se está virtualmente desnudo, en un estado de sensualidad plácida y goce expectante; perfecta comunicación para el goce. Es por eso, que en una piscina se recuerdan lecturas como las de Cheever o Foster Wallace. La otra interferencia de importancia corresponde al insomnio y al fenómeno del vértigo, que es una manifestación corporal, que no te deja hacer nada, es un malestar de estar y no estar. O sea, si te acuestas, te mareas y si estás despierto, también. Ante esta imposibilidad de encontrar una zona de seguridad, se produce angustia, el vértigo produce angustia. Por eso, en insomnio se leen a perdedores como Cioran o gente excelsa como Montejo o Pessoa. Pero algo que diferencia las instancias es que en la noche, durante el insomnio, es posible hacer cualquier cosa, incluyendo escribir el próximo clásico de la literatura. Esa posibilidad existencial de moverse hacia la trascendencia es lo que produce el vértigo, porque, hacerlo implica escribir y eso trae un movimiento y un desgaste de allí viene el vértigo. No escribir es saber que pierdes. Es la nulidad, la página en blanco, es quedarse en el suelo nevado de Rusia mientras ves pasar al resto del ejército. Vértigo. En la piscina, en cambio, lo que domina es el goce, tanto de los sentidos como del espíritu. En la noche no hay vista, pero en el día sí. Es posible ver la montaña y el resto de la ciudad. Verla en su traje de baño. Ver el azul, ver ese territorio sin cartografía, donde simple se explora algo nuevo. Casi siempre, en la piscina nace algo que va a ser escrito. El salto es una parábola, un ascenso y caída, como ocurre en Altazor. El paso del día a la noche tiene la misma trayectoria, a decir de los griegos, apolo recorre el horizonte, de lado a lado, describiendo una parábola, volando hacia arriba y luego hacia abajo. En el día las palabras tienen la decepción práctica de significar lo que suenan. La noche es para gente moderna, en cambio, el día, para gente actual. En la noche, las palabras se pierden, se reorganizan, se nutren y fundamentan con idiomas visuales y sónicos y etílicos y psicotrópicos. Por eso la gente actual apenas puede mantenerse de noche y fingen, siempre fingen. Para los modernos, la noche es sólo una circunstancia donde el sol o fastidia, porque lo hace la luna. Eso es lo que ocurre con la trayectoria del salto y el efecto Coriolis. La dialéctica de todo esto no está en los lugares de coordenadas, sino en el propio mapa. Es tan simple que no lo necesitas. Acaso necesitaron los Espartanos un mapa para llegar a las Termópilas? Ese es el punto. Los mapas sobran. Todo se da con lanzarse (otro salto, reducido, claro) en la piscina o caer en el lugar acostumbrado de lectura o comenzar a golpear las teclas. Que cesen las indagaciones, es hora de hacer café o ponerse el bañador. Siempre hay chance para una zambullida más, la noche siempre brilla en su transparencia.

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