Delirio y violencia, absurdo y abuso

in #spanish8 years ago (edited)

Que los lunáticos con poder propongan absurdos no debería sorprender a nadie. Asombra, sí, que las sociedades permitan que esos desvaríos experimentales sean plasmados en la realidad. Para que el delirio individual se vuelva colectivo, la única explicación posible es la violencia.

En la Rusia de Stalin, un brillante charlatán llamado Lysenko llevó a la muerte por hambre a millones de campesinos, reduciendo el rinde del trigo a niveles záricos. En la China de Mao, los sembrados se transformaron, de golpe y porrazo y por decisión divina, en altos hornos, con las mismas fatales consecuencias. En la Cuba de Castro, la última ocurrencia del gran dictador fue duplicar la producción anual de azúcar, cambiando trabajo y domicilio de todo cubano activo que no se dedicara a eso. Significó, claro, la ruina de Cuba, y el final del principio de la tan pomposa Revolución.

La situación en Uruguay es diferente.

Arando en el mar, se planta caña en un territorio que, claramente, no es apto para el cultivo. Cincuenta años después, seguimos hipnotizados por el poderoso emblema del azúcar. Curiosidad en la curiosidad: el azúcar, en vez de emblema del fracaso de Castro, lo es de la grandeza del Che.

Se prohíbe, también, la importación de pollo, siendo vecinos y hermanos del mayor productor de tan gustosa ave de corral. Se obliga al pueblo a pagar por el pollo mucho más de lo que el pollo vale, beneficiando y culpando a la vez a los productores nacionales.

Tapando el sol con la mano, se pretende controlar el mercado de la carne fijando el precio de un corte. Un corte definido por el ministro, un nuevo corte, más grasoso y huesudo, que acabará con las injusticias en el precio de la carne vacuna. Hay un único culpable del ignominioso y prohibitivo precio del asado: los burgueses, contrarrevolucionarios carniceros.

¿En qué radica la diferencia? En que los delirios locales son acotadísimos, marginales. La violencia en ellos se traduce en dispersión: unos poquitos con voz abusan de todo el resto, que no la tiene. Podríamos cambiar, entonces, los términos, para ser más justos y más fonéticos. El absurdo sólo se plasma con abuso. Absurdo y abuso, palabras parecidas.


Lysenko

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